miércoles, 31 de marzo de 2010

Adiós
















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En la orilla del Tormes abandoné a una perla
Ya nunca más seré una almeja.
Pues aún muriendo nutrí de mi substancia
A un grano de arena extrañamente bello
Igual que el microscópico Yang
Flotando en la substancia benévola
Del Ying

La historia de mi perla es tan extraña
Como misteriosa puede ser
La historia en un libro quemado

Sacrifiqué un pedazo de mi alma
Para que se quede con la perla.
Pues dios me la había entregado
Deslucida, patitiesa…

Cuando la vi porvez primera
Estaba tan vacía
Que la impregné de mi substancia.
Y así fue yo por algún tiempo…
Y yo ella.
Hoy me desprendí
De su hermosura amarillezca.

Un útil sacrificio de mi alma
Se quedó en el Tormes junto a ella:
La protegerá por algún tiempo
Del frío, el extravío…
O que la corriente no la arrastre
Cuando bajen las esporádicas riadas.


Nació perla, se hizo arena
Mi perla creció en tierra sin mares
La ultrajaron tres almejas









8 de marzo de 2010
(piedra)

Un epílogo en Blancanieves







Vivo mementos en los que pareciera que sólo el desamor baraja y reparte naipes para este luego, que más valdría llamarlo un predecible chinchon o escoba, antes que truco o un picante desconfío, puesto que jamás usamos la mentira para que un 6 tenga el valor de un as. Tampoco cantamos los envalentonados vale cuatro mientras nuestra mano tenía un siete falso para el final… más bien a menudo aceptábamos los falta envido de la vida con una sota y un tres que vivían en el mismo palo.


4 de febrero


Titiritean mi vida – otra vez desinflada-, las tristes sinergías del desamor: ofreciéndoles a los más cercanos las quietas funciones de mi amargura, fuerte sentimiento que sin alternativa deducirán en mí quienes me ven.

Mi amada llenaba sus hojas por una sola carilla. Para hacer lo deberes se había comprado biromes de muchos colores. Pero prefería las lilas.

Hasta no hace mucho, sólo quería leer sus finales ingenuos una vez más. Con finales más o menos felices, súbitamente guillotinaba el jugoso nudo de su literatura, evidenciando que ya se había cansado de escribir; o estropeando la genialidad de todo un trabajo, finiquitábalo todo con un gracias por siempre o un forzado te quiero. Coronaba el final de sus compactísimos ensayos con enromanticados epílogos de una línea, que parecían los desenlaces de Blancanieves o El gato con botas.






28 de marzo


Los vientos subtormesinos pasean por las terrazas de Salamanca. A falta de los molinos, la antenada de la ciudad se queda vibrando al son de la fuerza eólica, y cual su fuera el quejumbroso resoplo de un resorte, a medida que el viento abarca zonas los ecos van apareciendo en un edificio tras otro, como si fuera la llama de esperanza que inventó Tolkien. Pero que nadie tenga miedo: ninguna cadena dejará de emitir lucrativas histerias de sus belenes esteban.


A unos 100 pasos de niño sentí la llave en la puerta de entrada, pero aunque se abra no será ella.



Y yo: profundizo la vista aérea del mate, que reposa en una geométrica depresión rosada que tiene una caja de pantalones. Como si fuera un valium intravenoso, a través de mis pupilas me infiltro en la yerba arada. Y siento en piel mares submarinos del las aguas ya casi hervidas.

Los atardeceres españoles comienzan una hora más tarde, pero aunque el invierno haya pasado mi ella no ha vuelto.

Estoy seguro que en cinco años ya no continuaré pensando en ella como lo vengo haciendo nada más comenzar agosto.

Mi alma es la casa de este comprender bien, pero hasta que fue una semana antes de primavera cada día la extrañaba más. Pero cuando me convencí de que ya no iba a volver, me hice fuerte y al cabo de siete días puede olvidarla tanto como si hubiera pasado un año. Quizás mi nepente fuera el perdón. Lograr que sus insultos no cuenten para mi alma, empezar a juzgar aquellas palabras a escondidas como si hubieran sido las travesuras de una niña cuyo corazón tiene latidos de rebeldía.






domingo, 28 de marzo de 2010

Acostumbrado al sin ti


31 de enero de 2010
Un mes después


Mi confusión ahora está escalando un declive que hasta hoy había desconocido, y tras cada metro avanzado su suelo caballero se desestabiliza más y más, pero de todas formas seguiré subiendo por este sendero inconsistente, que tan lenta como obstinadamente me alzará en la cumbre de un extraño torrente que coronaré siendo más resistente, la mañana que finalmente me haya acostumbrado al sin ti.

Y antes de soltar la mano que sujeta las riendas de mi corazón escribiente, yo acariciaré la sangre que le unge para que se eche a correr por el bosque de mis prosas con más confianza.

Hemos perdido, y hemos ganado ambos.

Sin habérselo dicho, como si me deslizara sobre una cartesiana parábola, el dos de octubre fui hasta su casa.

Más imponiéndome que por persuadirla, para no discutir conmigo aceptó al fin acompañarme a comer. Ella tenía una exótica alergia a la carne de cerdo, como si Dios le hubiese escarbado en los adeenes para llevarse un pellizco de su perfección. Así que compramos unas lonchas de pavo. Era divina como se tomaba su enfermedad. Nombraba con agradecimiento a sus medicamentos: decía mi valium o mi clorazepam, o agregaba diminutivos al término de algún jarabe. Y aunque a ella no le gustaba conseguí mayonesa en un almacén, cuyas paredes dejaron de existir en mi memoria a los pocos días de haber salido de allí.

Quizás su forma de caminar –notablemente ligera pero a la vez rimbombante, como si se tuviera que agarrarse al mundo para no levitar- le restaba importancia a todo. Quizás porque mi atención espectaba sus ojos constantemente. Era lo mismo que estar cuidando a un jilguerito que en cualquier momento se me iba a escapar, o como si todo el tiempo tuviese miedo a que se muriera.

Aunque se la veía un poco incómoda en mi compañía, aunque no me besó con la misma pasión que yo, entiendo que se esforzó para aceptarme finalmente como era. Y se esforzaba haciendo cosas de enamorada para que yo me sintiera bien.





La inmediatez transplantada ahora echa raíces en mi espíritu con todo éxito. El triunvirato de llamados se desparramó sobre el lunes, desde un envejecido amanecer hasta que el cielo de Salamanca esbozó su primera oscuridad.

2 de febrero

Desde la mañana esperé junto al teléfono, con la misma ilusión que había esperado a que te dieras vuelta antes de ponerme a fotografiar los grafitis que rejuvenecían las escaleras de la estación. Entonces, por segunda vez, experimento la bofetada que puede pegarme su modesta astucia. Ella ha elegido empezar a ignorarme en un día especial para mí, para que así me duela el doble.

Algunos amores comienzan a romperse con la misma magia con la que se crearon, pues eligió desaparecer de mi vida en la misma fecha que la conocí. Y así guardaremos como si fuera el paisaje más triste el recuerdo de una fecha magistral.

[La tarde]

jueves, 18 de marzo de 2010

Ohio


Recuerdo claramente: marzo 6
(mañana)





Luego de que te pasearas doce horas seguidas por las puertas de los roperos y el acusador golette de los techos, mi consciencia me pone una cachetada con mis demorados emprendimientos, como para espabilarme, diciendo que yo también tengo responsabilidades, aunque más no sean del tamaño de mi pulgar. Los inconclusos principitos 2 y 3, el ayudar limpiando los baños de la casa, para que a mamá no la castigue la osteoporosis ya parentesca.

Cuando me entero de la mañana vuelvo como un rayo a Salamanca.

Medianoche [otra vez]



CSN&Y, continúan con el show presentación que hicieron en mi pieza ayer a la noche.

Hoy ha sido el día más repleto de ti.

Curiosamente, y dependiendo en que día sea, variar la forma de una sola vocal puede cambiar todo el estilo de la caligrafía. Es un tema interesante, por qué parece que mejora o decae el ánimo hacer la ese así o así. Sin embargo ahí se queda. Tal como cuando anochecía y el pinar se quedaba detrás mío, con el Señor contemplando las huellas que fui dejando en las tollas y los vados de los arroyos. Desde que comenzaba el otoño hasta finales de la primavera, mirábamos para arriba y el Peñalara estaba con un sombrero de nieve hasta que la Tierra redonda se acercaba más al solcito. O si no a la Mujer Muerta, que allá más lejos en el espacio se le veía nevada y la cima se confundía con una nube cuando el cielo estaba escampado.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Todavía

¿Quieres que comience con el recuento las lecturas pensadas en estos dos meses de invierno? Dos caras en el estanque, La casa de Asterión… Desde la mujer que soy.

De todas formas siempre estuviste. La casa te recuerda en cada rincón donde se oyó tu llamada. Las tela-araña vibraban al son de la melodía que el Siemens tuviera elegida, cada vez que un alma desde Alcalá buscaba la compañía de un oidor en la casa. Imagínate cuánto que te recuerdo. Aún sigues siendo el absoluto sentido de mi vida.

¿Qué decisiones tomaremos entretanto? Doblegará ese orgullo contagiado, o a esa necesidad impetuosa de no volver a sentirse mujer. Aunque tengo evidencia de que ello solamente fueron palabras, porque
aún sigue dolorida con otros seres en quienes crece el bigote, y nada más sigue descartando pretendientes para sentir que hay una justicia más en la Tierra. Pero en el íntimo nos derretimos analizando, recordando, aquellos hábitos propios de nuestro opuesto. Así como la imaginación de los hombres se deleita pensando en un sostén o el hilo de una braguita negra, he visto en sus ojos la admirada curiosidad cuando estrechamos las manos el barman y yo. También se adivinaba una revolución de hormonas cuando el orgullo se ponía a flor de mi piel. ¡Qué importan los dichos de Conny Mendez o el Sant Germain! Si lo que yo quería era pasar un día entero en sus brazos. Sólo que no a cualquier precio. A lo mejor todo esto es el miedo a sentir otra vez el rechazo sin razón. Tal cual fue el diplomático desplante un día quince hace cuatro meses. Pues cuando miro todo esto en retrospectiva, me había envuelto su entrega con moño rojo y cordones rizados. Y yo ya había pensado como proseguiría todo, pues aún no era nuestro momento.




11 de marzo




Hoy un galopante presentimiento afirma –tal cual lo sentí en las dos anterior y violentas cartas- que este cuaderno no será el último que te escriba, querida mía. La diferencia está en que –si uno ya tiene claro qué va a escribir- una carta se termina en el mismo día, y en otros dos ya puede estar sostenida por esos dedos deseados. Pero uno de estos pasivos cuadernillos puede tardar semanas, incluso meses en completarse; incluso si estas cursivas garabatearan su complextura todos los días.

Si para escribirme o hablarme estás aguardando a sentir una sospecha de que es el momento justo: la casa y principalmente yo te rogamos que no te demores ya más. Porque cuando aquí no hay nadie más que el gato, el almacén de recuerdos hace que me sienta extraño. Pero al alejarnos tú y yo, la casa también sufre un poco. Es como si alguien de la familia se hubiera muerto. Aunque no hayas vivido aquí, en el quinto B siempre estábamos esperando noticias tuyas. Eras alguien más en esta familia. Llamabas en Noche Buena, antes y al terminar el brindis, o era porque te sentías muy sola en esos momentos o quizás porque ya habías comenzado a enamorarte. Pero nada de eso importaba, yo siempre estaría de buen humor, siempre sabría qué hacer, siempre escucharía. Toda esa semana experimenté una de las mayores felicidades de mi vida: estabas tan linda, con esa vocecita de niña que tenía miedo de que la descubriesen haciendo algo que no tenía permitido, colgabas sin despedirte cuando entraba tu Gloria, y hasta la siguiente mañana ya no nos telefoneábamos. Fue como si hubiéramos estado de novios por cuatro meses.

Y entonces me doy cuenta de que a pesar de dos meses sin escucharte, todo resultó ser igual a tu Me alejo de ti. ¿Quién habrá sido ese afortunado? Aquí también permaneces a mi lado todo el tiempo, tras cada pasito que doy. Y jamás consigo desprenderme de tu presencia ausente.





jueves, 11 de marzo de 2010

Benjamín Button y Cenicienta

5 de febrero









Una semana entera no disuelve ni un poco la imagen de su cara por las mañanas. Siempre es en el mismo instante, cuando nos despertamos pero aún tenemos los ojos cerrados.

Para que ese recuerdo no le molestara, él se durmió escribiendo 5 resúmenes de la historia de Macha. Como en un A4, sobre el cual unas homogéneas voces tipografiaban las letras de un siniestro Cenicienta, del cual ella era la protagonista principal.



El desamor también nos avisa de su inesquivable presencia con señales muy parecidas a las que vimos mientras el amor iba germinando. Y así con el gota a gota de mi pena fui llenando el aljibe de la desilusión. ¿Cuántos días más como este me harán falta para olvidarte? Y si tu alegría me impidiera que te olvide, ¿Cuántos paseos como el de hoy, cuántos viajes que me alejen de casa necesitaré para que no me apene al recordarte? ¿Qué tipo de sucesos harán falta que viva para que no sienta pena evocando a los inexorables poemas de tu sufrir? ¿Cuántas de esas amas de casa -a las que tu una vez llamaste impertérritas- deberé amar para que no aguarde más tu llamada hasta las nueve?

¿En qué filosofía estará el secreto para mi corazón no se extravíe de su sitio [como los niños que se van a jugar fuera de casa], cada vez que el destino trae alguna noticia con la melodía del fontanero? O cada vez que el cartero me trae un sobre a la casa. Pues aunque siempre me dejó impuestos, yo tengo la esperanza de que me imites y alguna mañana llegue hasta casa una epístola con tu firma.







¿Se llamará incertidumbre a este curioso colapso de conjeturas que desbocadamente sembró en mi pecho tu reaparición?

Con el dar vuelta tantísimas hojas, con el cultivo de miles y miles de caracteres que incomprensiblemente se han ido almacenando en las guardadas cuartillas de mis cuadernos, pues la verdad es que me fui convirtiendo en un bienintencionado descriptor de los paisajes que me conmueven. Pero tus pocas palabras me hicieron sospechar como un incómodo síntoma de culpa y no como una prueba de que me ames.






6 de febrero
mediodía



Ya estamos en el cuarto sábado que esta casa no sufre el pomposo alboroto de tu fija llamada mañanera. ¿Cuánto más he de esperar hasta que me llegue otra noticia tuya, mi amor? ¿Cómo no ves que sufro?



Tras de mí, el clocotero tictac es un inerte relleno para los chiclosos espacios que sufre mi tiempo maniatado a partir de tu ausencia: una mar de minutos en calma, que difícilmente se desasosiegan cuando un motor industrial se activa en Avenida los Cipreses y se entromete por la ventana en el comedor. El pestilente chasis avanza a menos del límite permitido, girando a no sé cuantas revoluciones sus llantas turismo o 4x4. Pero yo no pedo despegar del cuaderno de Macha. Puesto que aún no cortaste las cuerdas de la atmósfera –igual que el tiempo- maniatada, marcando los nueve dígitos que te acercarán a la romántica molécula subtormesina.






No quiero seguir pensando que he desperdiciado la oportunidad de mi vida. A pesar de los problemas era feliz contigo. Quienes no aprendimos a perdonar somos como un membrillo apestado: con la perfecta piel amarillo-verdoso, parece que nos saborearán suculentos golosos en las sobremesas de alguna cena estirada. Pero al momento de la verdad, el fruto evidencia una especie de cáncer, pues su pulpa fue masticada por los parásitos. Pues nosotros somos igual: todo indica que alcanzaremos el éxito, pero nada de aquello que intentamos llega a buen puerto. En el último minuto alguna cosa sale por arte de magia mal. Mientras sigo esperando noticias tuyas vuelvo a escribirte aunque esta vez con un fin: que te lleguen mis pensamientos.

Me los ha inspirado Brad Pitt, cuando por segunda vez le veo interpretando excelentemente a un Benjamin Button exageradamente atípico. Y a su vida, que se codea con nuestra realidad como un chimpancé podría entenderse con el apolo 11, en caso de que toda la tripulación falleciera de golpe y se quedara al mando de la nave.

Respecto a la muerte, Benjamin había dicho: algunas veces venía a visitarnos un huésped bien conocido. Pues cada tantos meses o a veces años, en mis cuadernos se apoya un huésped cuyo rostro ya me memoricé. A veces los desamores visitan mi vida, y a veces soy yo quien dejo grabado a fuego su cruel emblema en las carpetas de otros corazones. Es algo así como los sellos reales usados para cerrar los sobres: pues las personas ponen su sello de desamor encima de la cera aún caliente de nuestras pasiones, y entonces permanecemos cerrados, guardando secretos magníficos, hasta que somos abiertos de nuevo por la mágica aparición de un colibrí o una mariposa.


Y hablando de realidad, sin la intención de seducirte a través de esta melancolía, pero deseando fervientemente que mi dedicación te conmueva, puedo decirte que es muy cierto que cada desamor nos agarra cada vez un poco más viejos. Diez años a este ahora yo había sentido el mismo dolor que ahora experimenta mi alma. Lo que más me parece curioso son estas lágrimas, pues no las solté en aquel entonces, y hoy en cambio no tengo hora entera sin que mis ojos las necesiten ver. Y –por supuesto-, sin la intención de aburrirte, escribiré la misma idea de diferentes maneras, así si alguna vez la incorporas, tu tengas a más de una frase para elegir, y utilices la que te suene más linda. Después de los 30 años vivimos en una etapa donde nos duele más perder las oportunidades que la vida nos ofrece para ser felices. Si antes pensábamos que la vida era tacaña, pues en muchas veces distintas no nos había dejado alcanzar el éxito, pues a los 32 años, entones, la consideramos cruelmente mezquina.

Y ya lo ves: me has enseñado algo que demoramos en aprender. Y aun cuando nuestra singular experiencia nos diga que es cierto, nunca aceptaremos del todo: simplemente, vamos muriendo.



domingo, 7 de marzo de 2010

Mi pequeño yang



1 de enero






Las puertas de los Wolsvagen se cierran con los innecesarios golpazos de sus dueños endrogados, es un síntoma de las mezcladas ebriedades que repercuten en las madrugadas de los primeros de año, síntoma fijo que aprehende a los secos salmantinos apenas se cruzan los primeros minutos de un nuevo calendario.

Si con la verdad pudiese ganar las guerras y conquistar continentes, pues aquí te estoy dando la mía para reconquistar otra oportunidad de tu amor.

Si se tratara de elegir una vida, pues yo también envidio como tú a los amigos, con sus cargos funcionarios, que hipócritamente se sienten útiles dándole consejos de kinder gate al clandestino nigeriano con labios reverberantes, o a los cincuentones infieles con la dignidad pisoteada, que mendigan una harapienta indemnización para no hacer escándalo en las frígidas Haciendas. Allí trabajan María Jesús y los rodrigos, que si todo está bien salen a las dos y al llegar a sus casas los están esperando sus romeos y sus ofelias.






24 de enero





El bon-sai está más humano que de costumbre. Y yo temo por su vida, pues antes de que me vaya a Segovia, había regado a otro que con los meses se me apestó. Así como las cuartillas yuxtapuestas, Katsumoto ha mamado mi tristeza en más noches que mañanas.

Acompañé a mi segundo cumpleaños con una desagradable sensación de pérdida que no había experimentado en ningún desamor. Que este cuaderno sea testigo: pues a partir de ahora vendré hasta él para escribirte todos los días.

Como lo hubiera dicho Jack Sparroud: si estabas esperando una excusa para hablarme, hoy era el día perfecto. Pues aunque también para festejar mi cumpleaños soy un caso curioso, lamentablemente la oportunidad de felicitarme no se repetirá hasta que llegue agosto.

Salí de casa a dar una vuelta para volver con menos de ti. Casi sin notarlo me sorprendí hablándote en los semáforos de ida. Y me quebré intensamente, con la esperanza de que los transeúntes iguales que yo me preguntaran que me pasaba. Pasé por un banco en donde aún no me había sentado para llorarte: estabas allí solita, masticando algún resentimiento contra tus genes.

Me había acostumbrado mucho a pensar en ella. Quizás fue por eso que cuando se marchó sentí que luego de cuatro meses mi mente se escapaba de un calabozo. Sin embargo aquella libertad me supo extraña: de repente me descubrí que estaba paneando dos o tres formas juntas para que volviera. Resultó que después de 4 meses había aprendido a amar aquellos problemas con ella me acurrucaba al oído, igual que si fuera un sabroso arrorró.





martes, 2 de marzo de 2010

En el haber de la añoranza



Me pregunto si habrás notado cuantas cosas has hecho por mí.

Así como el cocainómano que se rehabilita reincide alguna que otra vez en el vicio, pues de esa misma manera a veces el heroico hermetismo comete una vulgaridad, y en los escritos se muestran más sentimientos de los que quedarían bien. Sucede que hablar de nuestros sentimientos es una atractiva vanidad a la que pocos escapan: hasta el budista, de vez en cuando, ha de cometer la excepción de decir yo.

Ayer he intentado otra vez dejar de amarte. Ese empeño no está mal, salvo por el sentimiento de derrota que sufre el orgullo, pues cuanto más me empecino en tachar a tus rizos y a tu sonrisa estupenda de las ya superestudiadas anotaciones que hay en mi alma amadora, pues más se aferra mi corazón a las manos de esa chiquilla que conocí.

Desde que nos insultamos, no recuerdo haber vivido días tan largos como los de este final de invierno.

Pero aún sigo aquí, contabilizando los días que pasaron sin el ti.




Mediodía 23/2/2010

sábado, 27 de febrero de 2010

Un vaso de agua sin sentir sed



28, quizás


Ya es la tarde.


El tiru-riru ha sonado con una opereta cortita y diferente. Ayer he cambiado el fonta
nero por otra que ni me interesa saber su nombre, para que así no me ataque lotob y me empiece a desacostumbrar de esperarte.


Muchas ventanas de Salamanca están a punto de hacerse astillas: los vientos subtormesinos transitan por mi primera castilla a 130 kilómetros en una hora.
























Las cosas tenían que ser así: aún no estabas preparada para valorar lo que yo tenía para darte. Y yo no pude esperar sin que este enamoramiento me asfixie. Como te decía en la carta: los celos me están matando. Sólo sé que en 2 días he soñado 5 veces contigo. El último fue que habías preparado un perfil diferente. Y por todos lados decía todos mejor que nico.




















Aunque tu nombre no había cambiado, sí cambiaba tu residencia. Ahora estabas en en Argentina. No quisiera mentir, pero creo que figuraba la provincia del chico que te dejó un mensaje en el blog de Perla. Ese mensaje que no borraste. Me llamó la atención no verlo, era extenso y también romántico. Antes escribías todos los días allí, y ahora parece el cuaderno de una niña que no puede salir a jugar. Yo también te he golpeado, ahora lo entiendo. Lo siento tanto.







En el sueño, para herirme aún más, habías hecho unos grotescos retoques a tus fotografías. Tu expresión había pasado de emocionada hasta una amargura que me dolió. Me daba pena pues parecías una mujer común. Un dolor parecido sentí cuando vi el anuncio de los pelos largos que buscas por tu ciudad.

En las fotos deslizadas, tu conjunto ahora se había pintado de blanco, igual que los gatitos cuando querían dejar de dar mala suerte.

Este mediodía ya se pasaron siete días desde que el teléfono sonó por última vez sin ti. Me siento huérfano de mis instintos. Un bastardito sin escuela. Nadie pregunta nada. Tan solo hubiera un amigo, un padre… Entonces una pregunta masoquista invade mi espíritu una vez más: ¿Con cuánta frecuencia entrarás a leerme?



Me gusta pensar que estos escritos son para ti como el recreo para una niña que va a la escuela. O coo un cuarto lleno de cromos y piruletas, que donde miras hay algo rico que te hace seguir soñando, algo que te gusta mucho y te junta saliba en la boca… algo que te hace feliz y que no se agota.

jueves, 25 de febrero de 2010

De tu Eco






Basta un segundo de ti
Para que otra vez desee
Embellecer los pozos
Cavados en la injusticia.

Unos minutos de ti representan
Vernales temperaturas
Que consumen los icebergs
Del espíritu desgarrado.

Un instante de ti
Es cena de Noche Vieja
Para mis versos ayunados.

Es la fuente de venideros
Azares misteriosos,
Perpléjicos y mágicos.
Que una vez marchados
Despiertan el inquieto apetito
De tu eco.

Un momento de ti
Agrupa en un solo centro
Las extraviadas resonancias
De la ilusión vejada.

Y separa al saber…
De lo supuesto.

Al saber lo encuadra
En las biblias
De lo oportuno…
Y de las referencias.

Un segundo de ti.









3 de septiembre
Mediodía

Mi esperarte







Mi esperarte es un número
Que se repite en la pantalla
De un Siemens
Sin melodía.

En mi espera
La hombría que antepuso
[A sus pasiones]
Dar alivio al alma de la niña,
Ahora espera con vergüenza
Para ser juzgada.
Mi espera es un intento
Buscando novedades
De una palabra imprenta.

Mi aguardarte es una
Crujiente hoja cayendo,
Despredida de la copa
Del enrulado bon-sai.

Sobre un enmarañado
Cenit de hojas verdes
Cada mañana
Nacían las flores
De mi esperanza.

Sus formas emulaban
A la estrella del judío.
Hoy mi espera es un
Celoso Bon-sai,
Amargado por las flores
De la ausencia.

Mi espera es un solero
Alunado verdemente
Un perfil que se bronceó
Por cuatro soles diferentes.

El recorrido de mis ojos
Por cada poro de sus piernas.
Dos manos preparando
Matutinos cafés.






6 de septiembre de 2009

lunes, 22 de febrero de 2010

Extraño









Echo de menos a tus problemas cielo. La conmovedora indignación con la que me trasmitías tus penas. Improvisar soluciones para tus sufrimientos. Sugerirte denuncias para que tu romántica conciencia no te reproche el haber hecho la vista gorda a las injusticias que el Sino te tenía designadas. Echo de menos el sonar que hacía el eco de tus opulentas onomatopeyas cuando caminabas por el living y sentías el frío. Extraño esa desmedida desaprobación que te provocaban todos los gatos, desde que un felino desbordado se subió en ti para destrozar tu plumas a esquizofrénicos rasguñazos.



Tus suspensivos innecesarios…



Tus viscerales insultos cuando nos enfadábamos. La expectación que ponía en cada una mis palabras, deseando que me llegara una respuesta de ti. ¡Y tus lecturas! ¡Ay, Dios! Los camiones de bomberos y las ambulancias… Echo de menos preocuparme por tu incomprensible patología de alergia. Insistirte para que hagas tu Silva, o que me pidas instrucciones que al final no probarás.



Extraño tus errores.



Extraño ofenderme porque dejabas para segundo lugar a mis textos, y en cambio te ponías a hablar con un imbécil a 20.000 kilómetros. Extraño tu confusión, que te hacía elegir a veces tratarme como si fuera un desconocido. Tu despiadada historia y que corrijas mi seudónimo.



Extraño que cuando menos lo espero… lo eches todo a perder.




















22 de febrero


viernes, 19 de febrero de 2010

La última hoja







El intentaba pensar en otras cosas. Pero excepto en los mates, Macha estaba en todo lo que escribía. Los mates son algo así como un primer compañero de banco.

Suponía que cuanto más contento estuviera su corazón, tanto más pronto iba a llegar la noticia que esperaba. Igual que cuando se fue a conocer un brazo del río, que al regreso se contestaron mensajes con un minuto de diferencia. O como cuando después de un día entero se telefonearon al mismo tiempo. O como cuando volvió de subir la colina, que al cerrar la puerta de casa empezó a tocar el teléfono, con ese profundo hola, o aquel excitante buenas noches que por haber entrado en mucha confianza ella ya no le decía más, pero aún así todo eso era más excitante por la millonaria coincidencia, propia de quienes ganan las loterías de Navidad. Eso es el amor: dos designios iguales en corazones diferentes que se han cruzado temporalmente, y cada uno tiene el deseo de que ese encuentro perdure.

Al principio ella fingía caprichosos reproches cuando él la despertaba.






Soy un fantasma que observa el contenido de un manchón de tinta roja. Busco la identidad en los cuentos de un tal Papini. ¿Estarás escribiendo ahora? Presiento que tus notas ahora empiezan con un querido fulano de tal. Y así te bajas en Salamanca de nuevo, con tus ronroneantes frases y tus mojadas bocas.

Con el tiempo encontrarás otro entendimiento que te sostenga por encima de los miedos.

Ojalá las metafísicas que consiguieron mi alivio te lleven también hasta el tuyo.

En el pecho del indio se han clavado las inmateriales cuchillas de su indiferencia. De esa herida van ya cuarenta y un días. Pero aún se mantiene abierta. Y con el terco afán de mostrar hombría, exageró una hipócrita crueldad. Pues una conducta desleal no afecta tanto al alma que ama como él amó. Pero aún así continuaré lamentando su partida, bien escriba 20 hojas y ponga este punto final.

lunes, 15 de febrero de 2010

San Valentín





14 de febrero



¿Cuánto valorarías estos cuadernos si alguna vez te llegaran a las manos? Más allá de la intuición se forja el desaliento pensando que ya no regresarás. Una vez y ya hace tiempo estuve comprometido a raja tablas con la honestidad de mi corazón. Ahora este valor sincero –siempre acompañante de las actitudes de los héroes-, un pedazo de algunas veces decapita a las justificaciones que he tenido para alejarme de ti.

A mi rededor siempre encuentro las cosas que te iba preparando. Y si de vedades hablamos yo hubiera preferido que el romántico juego de la conquista no se terminara el día en que te conocí. Pero aunque nos hemos unido mucho, en tus arrebatados abrazos
me confesabas que otras necesidades estaban antes de mis cortejos. También está muy claro: algo dentro de mí te habló de mis rencores y remordimientos, y los conociste tanto y tan rápido que no te querías acercar más. Soy así: una explosión escondida bajo la tierra a la que tu corazón ha detectado.

Y no hay un solo día que se vaya sin que antes me cruce con un milagro que grita tu nombre.


Apenas me levanté luego de enviarte la carta, Dios expectoró mi ser por las calles de Salamanca. Paré en una plazoleta impregnada sólo de calesitas, para fotografiar las mismas ternuras en las que cabalgué de niño. Los caballos de los que alguna vez yo había sido bravo jinete malevo, se habían trasformado en preciosos objetos caricaturezcos. Ya no tenían pelaje ni tampoco sus vientres múltiples vomitaban histéricas relinchadas. No podía creer que las monturas fuesen de plástico, pues yo las recordaba de cuero y pieles de búfalo. Vi TroncosWagen que no llevaban a Brutus ni a Pedro o Bilma.



Tenía cuatro asientos tan plastificados como aquellas monturas desentusiamadas, y un volante que reflejaba una canica de sol. Los indios le alquilaron las chozas a unos motores que bombeaban eléctricas corrientes de agua aceitosa. Y ningún calesitero me ofreció jugar al ole con la sortija. Tampoco la vi a mamá, que antes me vigilaba para que los desconocidos no me ofrecieran chuches.


Únicamente el tiempo nos ayuda para que vayamos aceptando las pérdidas de a un minutito más cada día que se nos pasa. Y en la rareza de una melodía que jamás se había oído, logramos encontrar por un completo aunque el fin efímero instante una ráfaga deperplejidad que nos brinda un exótico lapsus para nuestro olvido.





15 de febrero

No juraré idolatrarte. Tampoco te dedicaré las replicadas eneidas que puedan brotar de mi corazón mientras no esté contigo.

Más de un día me condenaron por creer en los milagros. Sin embargo acudiste a mi llamado cuando pronuncié tu nombre, estando a más de una provincia entera. Por lo que más quieras déjate guiar por esta seda pues ella es mi alma que te conduce a las afueras de tus históricos laberintos.


La estatuilla de
Napoleón nos horroriza porque creemos que puede contagiarnos con la locura. Algo parecido sucede con el teléfono ya medio antiguo, puesto que tras de sí, sobre el mármol de la cómoda alta, junto a los adornos de la dinastía Dallara, junto al fantasioso reloj que reproduce ortodoxamente los fieles tictacs: allí esta la prosódica campanilla del teléfono impotente, que no se sabe si sonará hoy para traerte hasta mí.




















viernes, 12 de febrero de 2010

Lo dicho y hecho







1 de febrero











Me gusta decir:

“Pienso en el río sin fin alguno. Pienso en la negra y ondeada superficie del Tormes que se escapa abajo del puente, distinta en la orilla y al atardecer”.

Para que el papel no se preocupe finjo que no lloro.

Después del 31 algo había cambiado en Macha. Me dijo que no me amaba como yo a ella, pero de una forma sin clase que me dejó abiertas las heridas del alma y los complejos que me inyectaron las compañeritas de primer grado. Me condenaba en seguida por tonterías, si yo no llamaba ella tampoco: parecía que se completaba con otra voz y otros piropos distintos a los que alguna vez le había dicho. En una diferencia, directamente me dijo que no me necesitaba para nada, siendo que antes siempre me recordaba cuánto me necesitó. A esa necesidad, le contestaba que le pertenecía.

Y así era.

La descubrí en otra cosa que prefiero no mencionar, por si acaso algún día nos damos otra oportunidad, yo ya estaré acostumbrado a no repetir el tema y entonces las cosas no se estropearán más. Me aferro a la indigna esperanza de que otros hombres no le hayan importado. O que le hayan importado los hombres equivocados.



2 de febrero

Ayer los últimos rayos del día soleaban en comedor. Pero donde estoy parece que haya neblina, ya que un tul blanco –salpicado esparcidamente con el bordado de alguna flor- se despliega de arriba hacia abajo sobre el vidrio de la ventana.

Quiero decirte (pues confesártelo me hace bien): ¡Qué maldito vacío es este que siento cuando recuerdo que no volveré a tenerte!

Las páginas de la mañana serán ahora las páginas de ti, puesto que para poder hacer algo que no seas tú necesito antes escribir sobre ti.

Hoy es 2 de febrero. El sol rebota en una hilera de blancas persianas salmantinas. Dentro de los aristócratas rangos arquitectónicos que puedan dar jerarquía a la subtormesinidad, el baptisterio que me da la función de aquel escenario reverberante e iluminativo, vendría a ser como un inamovible soldado, imposible ascendido ni degradado.


Y de repente se descubre que la vida se ha convertido en la pendiente espera de ti. ¡Y, ay, cuantas lágrimas cayeron por ti esta tarde! Pero sabe que duelen más, por que ayer te he podido escuchar dos veces.

Pero mi secreto plan para que todo fuera más bello me hizo reprimir el atenderte -para que hablemos hoy-, y así festejemos que otro dos nos sea destinado para el reencuentro. Tal como lo fue el día en que te conocí. Todos mis enemigos resucitaron luego de veintitantos días sin ti.






Tu ausencia es en mi corazón una herida que no termino por recorrer.

miércoles, 10 de febrero de 2010

El repercutir de tu alma



El practicar caligrafía deberá esperar
A que llegue otro mañana.
Hoy en mis letras cursas ya no hay cabida
Para las explicaciones
Ni los peros.

Menos hay lugar en los renglones
Para las réplicas a aquellos
Amores que han sido falsos
Y no cabalgaron hasta
Las metas de mi añoranza;
Las partes más oscuras
Ya no eclipsan tanto
Como antes de ti.

En mis líneas
Hoy no hacen falta introducciones
Para preambular este mágico apego
Crecido.

El querer hace ya tiempo abandonó
El insuficiente cause de la verdad
Para desembocar en la poderosa oceanía
Del los frágiles te amo.

Sentimientos de firmeza
En impotencias se disfrazan
Al notar que aún no estás lista
Para recibir los ritos versiculares
Del Corintios.

Los te amo se quedaron aguardando
Escuchar a sus ecos
Repercutidos en tu alma.
El eco de mis latidos no volvió a mí
En el alfabeto del alma
Que halla su Tesoro.





El eco de mi amor hoy vuelve a mí
En los gestos de un diferente cotidiano.

El eco de mi amor volvió hasta mí
Como el noble abofeteo de la benevolencia
Que espabiló la ebriedad de todo mi ser.
Ha vuelto a mí como un tintilineo
Que alegremente me sorprende
Cuando estoy atento
A una glosa
Inspirada en mi leyenda.

El eco de mi amor vuelve hasta mí
Envuelto en melodías que no asimilo
Con el típico de la inmediatez.

El eco de mi amor regresó a mí
Como la sufrida cintura de una
Abstinencia que demanda
Las calmantes dosis
De tu arrullo.


10 de octubre
(mediodía)















domingo, 7 de febrero de 2010

Anteperla


Hoy -28 de diciembre- no me alcanzaron las hojas ni la tinta para desahogarme de esta falta de ti. Tus rasgos índigos son la conformación de un místico y complejo

rompecabezas, inaugurado hace un siglo en un ápice de las genéticas antepasadas. Esa confeccionada figura hinduista, obligó a todos mis bolígrafos a que escribieran sobre una partícula de tu historia, antes que de ningún principito mío.

Los cuadernos están cada vez más flacos, pues arranco las hojas que se jactaron con algún que otro de tus Lolita: es que deseoso estoy esperando que alguna vez te haga falta saber cuánto he pensado en ti; así yo desenfundaría del tahalí de mis secretos todas estas carillas, endulzadas con el epígrafe de tu nombre.

Como la rosa azul, la creatividad es algo raro. Y así, como el rocío del amanecer salpica el envolvimiento de ese capullo para que se transforme en la exótica flor, los exactos carameleos de tu amor, tu cariño y tu deseo, han extasiado a mi alma para que vuelva a prosar acerca de este dulce embelesamiento llamado estar enamorado.




Soy un grano de arena
vagabundeando entre penas
lo submarino.

Pasivamente existo
en una mar de tequieros
añorados.

Antes de una fecha
imborrable, fui Poseidón
en esas aguas.



Las líneas que confiesan los deseos de ti son tachadas en los insatisfactorios renglones de la intención, que ocupan la distancia que va desde el erosivo intelecto hasta la hoja, compuesta por sustanciales maderas. Debido a unas vacaciones desinteresadas, los bucles de esta caligrafía tienen más consistencia. ¿Respecto a estas últimas líneas? Diré que aunque abundan en verborragia, son minusválidas en autenticidad. No quisiera ser vulgar hablando de sexo. Tampoco criticaré a quienes lo pronuncian ardorosamente. En mis cuartillas ya experimenté la expresión de mis celos, de mi amor, de mi añoranza… pero hay algo más profundo y también más íntimo: una excitación de la que no llegué a conversar nunca ni con nadie, salvo con el sonido del viento, o en los confines brumosos de mis rebuscadas intelectualidades, he conseguido escribir un poemario de [quizás] unas diez hojas. Yo sólo quiero pensar en ti. Desearte cuando no estás. Desearte pensando que mañana tampoco podré viajar a Madrid. Hoy me leíste sobre la emoción, pues yo te digo que este sentimiento deja aparecer su sabrosa y jugosa pulpa cuando, pellizco a pellizco, voy quitando la fantasmagórica cáscara de los valores que me implantó este mundo. Este sentimiento es una emoción que se inflama cuantos más pensamientos tengo de ti.

En cada cosa estás tú. Acompañas los marcos azules donde van centradas desde hace décadas las preescolares fotografías, encoladas finamente sobre la contraportada del cuadro.






(Anochecer)

Timorata





Vuelvo al bon-sai pespunteado con hojas duras, a la sinergía del amanecer tormesino, a sus horizontes urbanizados y a sus nubes, que van adquiriendo tonos violetas, conforme el sol atraviesa la ruta de su cenit impreciso.

Los edificios asiluetan a los vientos, dándoles filosas formas e hiriéndolos de tal manera que profieren nobles aullidos indescriptibles.

El brazo de un escritor se retuerce. Luego se escurre por una esquina de un aislado espejo de cartera, que se sostiene con un soporte de fierro triangulado. Cuando quiera alejarme de ti reclutaré a un ejército de gatos y entre sus bigotes sitiaré a la frágil princesita de tez pálida, con apenas un pigmento de colorete.



Yo no se si será cierto, pero siempre en el medio del sujeto y el predicado está ese estorbo que es como una pelusita haciendo saltar la púa de un Winco.


Ahora eres los puntos suspensivos
Que finalizan malamente las oraciones
Antes de que su predicado
Done movimiento al actor.

Eres la invisible ofuscación
De todas las demás líneas
Que no nombran tu lores.

Un impresionante atolón
Cuya superficie impide
Que se junten los mares
Amén de su inmensidad.

Un Triángulo de las Bermudas
Cuya elemental imantación
Engulle los nuevos barcos
De las ilusiones.


Será como el tabaco que cuanto menos se fuma más fácil es de dejar. A medida que las noches desgasten las farolas que alumbran la plazoleta de Chinchibaya, habrá una alborada sin los corrosivos primeros minutos de sus voces hermosamente enloquecidas. ¿Pero qué pasaría si mi felicidad está en hacerla volver? Los relojes están por auspiciar la hora en que diariamente ella dejaba de telefonear a casa.




(Originalmente escrito en un amanecer
cuya fecha jamás se registró en este cuaderno)

sábado, 6 de febrero de 2010

Día: lo ignoro





Ahora tienes tus propios libros para leer. En unos meses ya tendrás suficientes papeles como para hacer la exhaustiva compilación de una historia real, que fingirá para los demás ser inventada pues se llamará leyenda. La productiva tristeza de esta tarde todo lo tiñe, por eso es que me siento demasiado débil como para la reescritura de algún verso bonito que me haya salido en tardes ya ajenas como pasadas.

Mi vida se convierte en unos cuadernos rayados. Mañana no estarás otra vez. Y escribiré unos tangueros renglones que se hechizarán con el perfume ya rimbombante de tu nombre. Me dirijo al punto de partida:






¿Qué nombre voy a ponerte?
Una melodía que no es para mí
Me advierte que pronto he
De refugiarme en insólidos
Budismos.

Me consumió el esperarte destructivo
Un vacío después de cada verso

Sobrellevé el paso de los tiempos
con un barato conformarme
que no fue lo mismo
al autoengaño.

Ojalá el Universo conspirara
Para que así este amor
Hubiera sido posible.

Así todo no estoy tranquilo:
Sigo esperando el melódico timbrido.
Tiernamente extraigo de mis utopismos
Fuerzas para seguir esperando
A que algo maravilloso
Sea posible.






28 de enero de 2010





Desde el tu hasta el sin ti





Hoy te fui a llorar a la misma banca donde ayer me senté para pensarte. Como si fuera un trofeo codificado –aunque no sea de tu amor, pues de tus celos-, orgullosamente hago un recorrido por tus reproches y tus malos modales, de los cuales fui una voluntaria víctima, pues solo al amortiguar con mi despecho los odios que aún no desquitas -ni siquiera con los fantasmas-, puedo esperar a que valores mi compasión. Las heridas que aún no se cierran supuran con el mínimo roce nefasto. Cuando comprendí toda esa reaccionaria cadena eslabonada con males intercalados con luchas, me senté a pensar en una cualidad que te defina en los momentos donde nuestros latidos son inevitablemente arrebatados. Y como si hubiera eyaculado gruesamente sobre tu entrecejo dispuesto, me distendí cuando al bautizarte “Rabiosa”.

Los infantes se tutean por las veredas de Salamanca. Y no puedo evitar reconocer una generosa porción de tu alma en su gritería.


Salpicada de mil te amo panifiqué sin memorizármela la fantasía de una conversación futura.

Mi vida arrastra sus días de confusión. ¡Ay, Dios! ¡Cómo voy a extrañar el tiru-tiru que nos acercaba cada mañana! Ya no me quiero evadir en las letras de mi suplicio. Tendrán que pasar años para que encuentre una voz más hermosa que la tuya. Los quizás ya no armaduran, y los tal vez no acorazaron. El cuadrúpedo arpegio del gato sobre el parquet ahora no alegra la tarde. Ojalá alguna maría llamara a mi corazón con tanta fuerza como lo hacías tú.

Y he aquí otro día que se llenó con el sin ti.

Fui como un pañuelito que se estrujó para secar tus lágrimas. Pero tu corazón extrañaba a otros. Conmigo tapaste los peligrosos vacíos de tu soledad peligrosa. Pero mis tercos textos nunca te interesaron del todo. Dejé de esperar tu llamada hace treinta minutos, me pasa todos los santos días a las nueve y cuarto. Ya no tiene sentido colgar poemas en el espejo, para que te recuerde mientras me afeito. Y el portarretratos no llegará a adornarse con tu expresiva malicia. Quizás te esperé demasiado: así me acosté en el tiempo desde el tu hasta el sin ti. Crueles alejamientos causa el bajo nivel del amor propio. Y sin embargo -aunque sabía el precio-, cambié todo lo que me hacía bello por este cuarto despoblado.




(Anochecer)