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jueves, 3 de junio de 2010

Requiem (Día uno)

31 de diciembre de 2009
Katsumoto: regado






Antes de las hojas de ella, apartó unos minutos para endilgar adjetivos en alguna cosita casera que se movía hoy: por ejemplo el gato que le había comprado para Sicilia, redondo como los muñecos que arman los chicos al otro día de las nevadas.




Los Mickey y Pluto -cuatro meses atrás- colaboraban con su testimonial granito de arena para que fuera posible este meloso cuento de amor. Es la tercera vez que un sábado se oscurece sin que su voz le llegue, susurrante como caramelo fundido sobre la resbaladiza cáscara roja beteándose entre los amarillos bengala de una manzana Deliciosas. Y así, por tercer sábado, él compensó esta llagada distancia escribiendo una epístola a grafito de oscuridad 2B.



Dieciocho de marzo
Mediodía



Ella no respondía: ese silencio sembró una gran desazón en su alma ya hace un tiempo degollada. El silencio le hacía dudar si acaso lo que estaba haciendo serviría a la causa del regreso anhelado, tal como el servicio del samurai contribuía a la causa del emperador. Buscó en su corazón la verdadera razón de ese fracaso: allí se encontró familiares cercanos y también casi políticos, los cuales se le instalaron en el alma sustancial, como si se tratara de fantasmas en un pueblo del viejo oeste. Los espectros se sentaron a ordenar papeletas en las luminosos ayuntamientos que había encajonado en la subconciencia, y desde una posición de poder transgiversaron la papelerina corriente de la burocracia que había en los archiveros de su memoria. Y así le infectaron el aura con un color que hasta desagradó a sus padre. Ellos actuaron en la consecuencia del ánimo que les produjo. Y luego de entender esto, al final De aceptó que su perezosa manera de pensar fue responsable de aquellos livianos insestos.

Una envidia caliente se enlazó a los poemas de calvario.








22 de marzo

En un futuro casi ella tuvo entre las manos los las hojas manchadas. Pero se sintió afortunada: en los renglones se evidenciaba a un hombre cansado, intranquilo y desesperado: pasaron los meses pero por aquellos lares no se supo el paradero de su corazón, ni siquiera el tuvo el valor de enviar noticias a través del erótico emisario de su puño y letra.

Hubo una mañana en que De derramó sus lágrimas sobre un cuento de Papini. Aquel sollozo comprimido se estiró hasta la misma tarde, cuando desganadamente le tomó fotos a una primavera que desde unos días atrás ya florecía sobre todo lo salmantino, intentando que la acción le haga postergar el lacivo recuerdo de sus cabellos serpentinados.

Seis día atrás, el alegre fontanero hizo sonar al Siemens, pero después de cuatro holas seguidos, el silencio cortó. La emoción no se pudo esconder atrás de la austeridad fingida: en cada sílaba se le escapó una vibración temblorosa puesto que presentían su aliento respirando allende una castilla que recientemente desperezaba de la siesta.




domingo, 7 de marzo de 2010

Mi pequeño yang



1 de enero






Las puertas de los Wolsvagen se cierran con los innecesarios golpazos de sus dueños endrogados, es un síntoma de las mezcladas ebriedades que repercuten en las madrugadas de los primeros de año, síntoma fijo que aprehende a los secos salmantinos apenas se cruzan los primeros minutos de un nuevo calendario.

Si con la verdad pudiese ganar las guerras y conquistar continentes, pues aquí te estoy dando la mía para reconquistar otra oportunidad de tu amor.

Si se tratara de elegir una vida, pues yo también envidio como tú a los amigos, con sus cargos funcionarios, que hipócritamente se sienten útiles dándole consejos de kinder gate al clandestino nigeriano con labios reverberantes, o a los cincuentones infieles con la dignidad pisoteada, que mendigan una harapienta indemnización para no hacer escándalo en las frígidas Haciendas. Allí trabajan María Jesús y los rodrigos, que si todo está bien salen a las dos y al llegar a sus casas los están esperando sus romeos y sus ofelias.






24 de enero





El bon-sai está más humano que de costumbre. Y yo temo por su vida, pues antes de que me vaya a Segovia, había regado a otro que con los meses se me apestó. Así como las cuartillas yuxtapuestas, Katsumoto ha mamado mi tristeza en más noches que mañanas.

Acompañé a mi segundo cumpleaños con una desagradable sensación de pérdida que no había experimentado en ningún desamor. Que este cuaderno sea testigo: pues a partir de ahora vendré hasta él para escribirte todos los días.

Como lo hubiera dicho Jack Sparroud: si estabas esperando una excusa para hablarme, hoy era el día perfecto. Pues aunque también para festejar mi cumpleaños soy un caso curioso, lamentablemente la oportunidad de felicitarme no se repetirá hasta que llegue agosto.

Salí de casa a dar una vuelta para volver con menos de ti. Casi sin notarlo me sorprendí hablándote en los semáforos de ida. Y me quebré intensamente, con la esperanza de que los transeúntes iguales que yo me preguntaran que me pasaba. Pasé por un banco en donde aún no me había sentado para llorarte: estabas allí solita, masticando algún resentimiento contra tus genes.

Me había acostumbrado mucho a pensar en ella. Quizás fue por eso que cuando se marchó sentí que luego de cuatro meses mi mente se escapaba de un calabozo. Sin embargo aquella libertad me supo extraña: de repente me descubrí que estaba paneando dos o tres formas juntas para que volviera. Resultó que después de 4 meses había aprendido a amar aquellos problemas con ella me acurrucaba al oído, igual que si fuera un sabroso arrorró.