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jueves, 3 de junio de 2010

Eterna sombra








En los techos de casa todos los ángulos tienen tu sombra, y todas ellas se desparraman sobre una viga escayolada al estilo romano.

Quizás ahora llegue a tener el corazón lo suficientemente endurecido como para convertirme en uno como aquellos dos. Te he llorado mucho, pero el cuantioso brillo que reverberaron mis lágrimas, las ventanas que se espejaron minúsculamente en ellas, el gelequitoso rastreo que dejó el llanto por mis mejillas, nada de eso te trajo de vuelta a mí. Si el desamor sea un aprendizaje dividido en etapas, pues esta vez llegué a una en donde desahogarme es lo que más necesito. Y será la primera vez que mi amor me inspira nobleza antes que despecho: pero si ya quieres a otro el consuelo que sentiría al saber que alguien
está cuidándote, superará al gigante dolor que me ha causado tu partida.

Si bien soy de extrañarte siempre, suelo extrañarte más cuando me indigno por algo. Como si ya no tuviera esa contención que me causaba tu absorvencia. Y si bien siempre te escribo a ti, te echo de menos más cuando estoy terminando las frases, pues aunque jamás me felicitabas había veces que te las leía. Hoy me doy cuenta que si bien siempre estuvimos le
jos, 200 kilómetros no son nada…

La verdadera distancia no se acaba de recorrer en un siglo. Pues nunca existieron caminos entre dos que no se amaron. Mientras me quieras siempre estaremos juntos… pues siempre seguiré estando.





2 de abril
(Atardecer)

jueves, 22 de abril de 2010

Dentro de mí













Seguía viéndola hermosa hasta cuando me despreciaba. Me recreaba pensando en cualquier cosa de ella. Quizás haya sido por deudas que viene arrastrando mi karma, pero cada segundo que compartimos me hizo inmensamente feliz. Con el tiempo dejó de leerme sus escritos, pues varias veces me leyó las cosas que yo esperaba que me dijera, sólo que las había escrito para otros que habían tenido algo que ver con su historia.

Adentro mío hoy hay algo
que lastima aunque lo amo

No se si será tu ausencia
lo que la mayor parte del tiempo
me está diciendo
“no escribas de esto o de aquello”

Pero adentro mío hoy hay algo
que aunque me dañe lo amo.





No me cuesta aceptar que sea el genio
que está muriendo de pena
en una lámpara que soy yo

Pero adentro mío hoy hay algo
que yo amo aunque hace daño

Es como el misterioso canto
de los búhos magistrales,
que por las noches acompañan
a la pena de los tristones


Dentro de mí vive algo
que no entiendo
porqué amo..

Pues lastima
Y va matando.






Degüello

lunes, 5 de abril de 2010

Carrusel







9 de febrero




Me avergüenza decir que no ha podido cumplir con mi palabra de venir este cuaderno para escribirte todos los días. Supongo que ha sido por falta de tiempo, pero aunque no ha pasado un solo día sin que te escriba alguna que otra cuartilla [salvo que en otros folios] contando hoy van dos días que falto a mi juramento.

Ya habían pasado 30 días de hab
er oído tu voz por última vez, pero seguí luchando para que el fantasmagórico virus de la depresión –tras un cultivo de frases escuchadas-, no entierre su acorazada semilla en mi corazón. A su expansión destructiva le deberé que germinen los grotescos tentáculos de mi pena incansable. Aquellos brazos horrendamente pulposos, al compás de las corrientes sangrientas recorrerán mis ahortas, polifurcándose por cada una de mis venas azules. Y como si fueran las aftosas caricias de una gillette estallarán en el minuto fijado por Cristo. Y se hendirán en mi carne.











Mismo día, 23 hs






Mientras mi lápiz transcurría por los holográmicos rizados de un primer párrafo, dos gaviotas del Tormes se arrimaron hasta los techos de la avenida los Cedros. Esperando que de resultado -pero mucho más desesperados que cuando te escribí aquel primer poema-, hoy conozco tanto de ti vida mía que has llegado el momento de suplicarte escribiéndote que vuelvas a mí. Pero a pesar de que ahora también le pido tu regreso al Derviche atento, sólo he conseguido que el Siemens suene en mis sueños. Más de una vez salté de la cama al mundo para que la cantata de la campanilla se esfume a mi cuarto paso.













16 hs
Dos días antes












Después de haber garabateado dos o tres hojas, enriqueciendo con los mates de la mañana el campestre historial de mis cariñosos paladeos [que tiene origen en mi forzosamente distanciada Buenos Aires], pues aquí digo: como la muerte, la tarde nos llega a todos. Junto a ella otros mates (gustoso soporte amargo de las almas porteñas, siamés de las soledades), y junto a sus enviciados tragos otra nueva escritura que te habla a ti.

Respecto a la muerte, Benjamin había dicho: algunas veces venía a visitarnos un huésped bien conocido. Pues cada tantos meses o a veces años, en mis cuadernos se apoya un huésped cuyo rostro ya me memoricé. A veces los desamores visitan mi vida, y a veces soy yo quien dejo grabado a fuego su cruel emblema en las carpetas de otros corazones. Es algo así como los sellos reales usados para cerrar los sobres: pues las personas ponen su sello de desamor encima de la cera aún caliente de nuestras pasiones, y entonces permanecemos cerrados, guardando secretos magníficos, hasta que somos abiertos de nuevo por la mágica aparición de un colibrí o una mariposa.

En esta segunda tanda, plagada de ondulaciones y lloriqueados tornados de mi grafito ayuntoso, que buscará obviar los apartados errores que hemos tenido, tiene ya su debutante bautismo: Estas horas de creaciones por escrito, sunque es demasiado decir más, serán llamadas las páginas de los detalles.










14 de febrero







Apenas me levanté luego de enviarte la carta, Dios expectoró mi ser por las calles de Salamanca. Paré en una plazoleta impregnada sólo de calesitas, para fotografiar las mismas ternuras en las que cabalgué de niño. Los caballos de los que alguna vez yo había sido bravo jinete malevo, se habían trasformado en preciosos objetos caricaturezcos. Ya no tenían pelaje ni tampoco sus vientres múltiples vomitaban histéricas relinchadas. No podía creer que las monturas fuesen de plástico, pues yo las recordaba de cuero y pieles de búfalo. Vi TroncosWagen que no llevaban a Brutus ni a Pedro o Bilma. Tenía cuatro asientos tan plastificados como aquellas monturas desentusiamadas, y un volante que reflejaba una canica de sol. Los indios le alquilaron las chozas a unos motores que bombeaban eléctricas corrientes de agua aceitosa. Y ningún calesitero me ofreció jugar al ole con la sortija. Tampoco la vi a mamá, que antes me vigilaba para que los desconocidos no me ofrecieran chuches.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Todavía

¿Quieres que comience con el recuento las lecturas pensadas en estos dos meses de invierno? Dos caras en el estanque, La casa de Asterión… Desde la mujer que soy.

De todas formas siempre estuviste. La casa te recuerda en cada rincón donde se oyó tu llamada. Las tela-araña vibraban al son de la melodía que el Siemens tuviera elegida, cada vez que un alma desde Alcalá buscaba la compañía de un oidor en la casa. Imagínate cuánto que te recuerdo. Aún sigues siendo el absoluto sentido de mi vida.

¿Qué decisiones tomaremos entretanto? Doblegará ese orgullo contagiado, o a esa necesidad impetuosa de no volver a sentirse mujer. Aunque tengo evidencia de que ello solamente fueron palabras, porque
aún sigue dolorida con otros seres en quienes crece el bigote, y nada más sigue descartando pretendientes para sentir que hay una justicia más en la Tierra. Pero en el íntimo nos derretimos analizando, recordando, aquellos hábitos propios de nuestro opuesto. Así como la imaginación de los hombres se deleita pensando en un sostén o el hilo de una braguita negra, he visto en sus ojos la admirada curiosidad cuando estrechamos las manos el barman y yo. También se adivinaba una revolución de hormonas cuando el orgullo se ponía a flor de mi piel. ¡Qué importan los dichos de Conny Mendez o el Sant Germain! Si lo que yo quería era pasar un día entero en sus brazos. Sólo que no a cualquier precio. A lo mejor todo esto es el miedo a sentir otra vez el rechazo sin razón. Tal cual fue el diplomático desplante un día quince hace cuatro meses. Pues cuando miro todo esto en retrospectiva, me había envuelto su entrega con moño rojo y cordones rizados. Y yo ya había pensado como proseguiría todo, pues aún no era nuestro momento.




11 de marzo




Hoy un galopante presentimiento afirma –tal cual lo sentí en las dos anterior y violentas cartas- que este cuaderno no será el último que te escriba, querida mía. La diferencia está en que –si uno ya tiene claro qué va a escribir- una carta se termina en el mismo día, y en otros dos ya puede estar sostenida por esos dedos deseados. Pero uno de estos pasivos cuadernillos puede tardar semanas, incluso meses en completarse; incluso si estas cursivas garabatearan su complextura todos los días.

Si para escribirme o hablarme estás aguardando a sentir una sospecha de que es el momento justo: la casa y principalmente yo te rogamos que no te demores ya más. Porque cuando aquí no hay nadie más que el gato, el almacén de recuerdos hace que me sienta extraño. Pero al alejarnos tú y yo, la casa también sufre un poco. Es como si alguien de la familia se hubiera muerto. Aunque no hayas vivido aquí, en el quinto B siempre estábamos esperando noticias tuyas. Eras alguien más en esta familia. Llamabas en Noche Buena, antes y al terminar el brindis, o era porque te sentías muy sola en esos momentos o quizás porque ya habías comenzado a enamorarte. Pero nada de eso importaba, yo siempre estaría de buen humor, siempre sabría qué hacer, siempre escucharía. Toda esa semana experimenté una de las mayores felicidades de mi vida: estabas tan linda, con esa vocecita de niña que tenía miedo de que la descubriesen haciendo algo que no tenía permitido, colgabas sin despedirte cuando entraba tu Gloria, y hasta la siguiente mañana ya no nos telefoneábamos. Fue como si hubiéramos estado de novios por cuatro meses.

Y entonces me doy cuenta de que a pesar de dos meses sin escucharte, todo resultó ser igual a tu Me alejo de ti. ¿Quién habrá sido ese afortunado? Aquí también permaneces a mi lado todo el tiempo, tras cada pasito que doy. Y jamás consigo desprenderme de tu presencia ausente.





domingo, 7 de marzo de 2010

Mi pequeño yang



1 de enero






Las puertas de los Wolsvagen se cierran con los innecesarios golpazos de sus dueños endrogados, es un síntoma de las mezcladas ebriedades que repercuten en las madrugadas de los primeros de año, síntoma fijo que aprehende a los secos salmantinos apenas se cruzan los primeros minutos de un nuevo calendario.

Si con la verdad pudiese ganar las guerras y conquistar continentes, pues aquí te estoy dando la mía para reconquistar otra oportunidad de tu amor.

Si se tratara de elegir una vida, pues yo también envidio como tú a los amigos, con sus cargos funcionarios, que hipócritamente se sienten útiles dándole consejos de kinder gate al clandestino nigeriano con labios reverberantes, o a los cincuentones infieles con la dignidad pisoteada, que mendigan una harapienta indemnización para no hacer escándalo en las frígidas Haciendas. Allí trabajan María Jesús y los rodrigos, que si todo está bien salen a las dos y al llegar a sus casas los están esperando sus romeos y sus ofelias.






24 de enero





El bon-sai está más humano que de costumbre. Y yo temo por su vida, pues antes de que me vaya a Segovia, había regado a otro que con los meses se me apestó. Así como las cuartillas yuxtapuestas, Katsumoto ha mamado mi tristeza en más noches que mañanas.

Acompañé a mi segundo cumpleaños con una desagradable sensación de pérdida que no había experimentado en ningún desamor. Que este cuaderno sea testigo: pues a partir de ahora vendré hasta él para escribirte todos los días.

Como lo hubiera dicho Jack Sparroud: si estabas esperando una excusa para hablarme, hoy era el día perfecto. Pues aunque también para festejar mi cumpleaños soy un caso curioso, lamentablemente la oportunidad de felicitarme no se repetirá hasta que llegue agosto.

Salí de casa a dar una vuelta para volver con menos de ti. Casi sin notarlo me sorprendí hablándote en los semáforos de ida. Y me quebré intensamente, con la esperanza de que los transeúntes iguales que yo me preguntaran que me pasaba. Pasé por un banco en donde aún no me había sentado para llorarte: estabas allí solita, masticando algún resentimiento contra tus genes.

Me había acostumbrado mucho a pensar en ella. Quizás fue por eso que cuando se marchó sentí que luego de cuatro meses mi mente se escapaba de un calabozo. Sin embargo aquella libertad me supo extraña: de repente me descubrí que estaba paneando dos o tres formas juntas para que volviera. Resultó que después de 4 meses había aprendido a amar aquellos problemas con ella me acurrucaba al oído, igual que si fuera un sabroso arrorró.





jueves, 25 de febrero de 2010

Mi esperarte







Mi esperarte es un número
Que se repite en la pantalla
De un Siemens
Sin melodía.

En mi espera
La hombría que antepuso
[A sus pasiones]
Dar alivio al alma de la niña,
Ahora espera con vergüenza
Para ser juzgada.
Mi espera es un intento
Buscando novedades
De una palabra imprenta.

Mi aguardarte es una
Crujiente hoja cayendo,
Despredida de la copa
Del enrulado bon-sai.

Sobre un enmarañado
Cenit de hojas verdes
Cada mañana
Nacían las flores
De mi esperanza.

Sus formas emulaban
A la estrella del judío.
Hoy mi espera es un
Celoso Bon-sai,
Amargado por las flores
De la ausencia.

Mi espera es un solero
Alunado verdemente
Un perfil que se bronceó
Por cuatro soles diferentes.

El recorrido de mis ojos
Por cada poro de sus piernas.
Dos manos preparando
Matutinos cafés.






6 de septiembre de 2009