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martes, 30 de noviembre de 2010

Una hectárea de geranios


Regresaste a mi vida con una colación de momentos felices igual que un alud trae consigo las vehementes onzas de la nieve durante los desprendimientos en primavera. Otra vez pienso en ti como hae un año. Así como hasta hoy necesitaba venir al cuaderno para llenar 2 o 3 cuartillas de la añoranza de ti, mezclada con las lágrimas del desahogo como la blanca crema que ensibarita al café, para que de esta manera la sentimentalosa cartarsis me permitiera continuar con mi vida por un ratito: pues ahora, vida mía, deberé venir a escribir acerca del emocionante desbordamiento de esta felicidad, tan inmensa como aquella amargura.

No encuentro las palabras justas para decir te amo sin decirlo. Y que esas otras palabras representen con la misma intensidad a las emociones que desde octubre germinan indetenidamente desde lo profundo de mi corazón, igual que germinaría una hectárea de campo poblada de geranios.





6 de octubre de 2010

miércoles, 31 de marzo de 2010

Adiós
















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En la orilla del Tormes abandoné a una perla
Ya nunca más seré una almeja.
Pues aún muriendo nutrí de mi substancia
A un grano de arena extrañamente bello
Igual que el microscópico Yang
Flotando en la substancia benévola
Del Ying

La historia de mi perla es tan extraña
Como misteriosa puede ser
La historia en un libro quemado

Sacrifiqué un pedazo de mi alma
Para que se quede con la perla.
Pues dios me la había entregado
Deslucida, patitiesa…

Cuando la vi porvez primera
Estaba tan vacía
Que la impregné de mi substancia.
Y así fue yo por algún tiempo…
Y yo ella.
Hoy me desprendí
De su hermosura amarillezca.

Un útil sacrificio de mi alma
Se quedó en el Tormes junto a ella:
La protegerá por algún tiempo
Del frío, el extravío…
O que la corriente no la arrastre
Cuando bajen las esporádicas riadas.


Nació perla, se hizo arena
Mi perla creció en tierra sin mares
La ultrajaron tres almejas









8 de marzo de 2010
(piedra)

Un epílogo en Blancanieves







Vivo mementos en los que pareciera que sólo el desamor baraja y reparte naipes para este luego, que más valdría llamarlo un predecible chinchon o escoba, antes que truco o un picante desconfío, puesto que jamás usamos la mentira para que un 6 tenga el valor de un as. Tampoco cantamos los envalentonados vale cuatro mientras nuestra mano tenía un siete falso para el final… más bien a menudo aceptábamos los falta envido de la vida con una sota y un tres que vivían en el mismo palo.


4 de febrero


Titiritean mi vida – otra vez desinflada-, las tristes sinergías del desamor: ofreciéndoles a los más cercanos las quietas funciones de mi amargura, fuerte sentimiento que sin alternativa deducirán en mí quienes me ven.

Mi amada llenaba sus hojas por una sola carilla. Para hacer lo deberes se había comprado biromes de muchos colores. Pero prefería las lilas.

Hasta no hace mucho, sólo quería leer sus finales ingenuos una vez más. Con finales más o menos felices, súbitamente guillotinaba el jugoso nudo de su literatura, evidenciando que ya se había cansado de escribir; o estropeando la genialidad de todo un trabajo, finiquitábalo todo con un gracias por siempre o un forzado te quiero. Coronaba el final de sus compactísimos ensayos con enromanticados epílogos de una línea, que parecían los desenlaces de Blancanieves o El gato con botas.






28 de marzo


Los vientos subtormesinos pasean por las terrazas de Salamanca. A falta de los molinos, la antenada de la ciudad se queda vibrando al son de la fuerza eólica, y cual su fuera el quejumbroso resoplo de un resorte, a medida que el viento abarca zonas los ecos van apareciendo en un edificio tras otro, como si fuera la llama de esperanza que inventó Tolkien. Pero que nadie tenga miedo: ninguna cadena dejará de emitir lucrativas histerias de sus belenes esteban.


A unos 100 pasos de niño sentí la llave en la puerta de entrada, pero aunque se abra no será ella.



Y yo: profundizo la vista aérea del mate, que reposa en una geométrica depresión rosada que tiene una caja de pantalones. Como si fuera un valium intravenoso, a través de mis pupilas me infiltro en la yerba arada. Y siento en piel mares submarinos del las aguas ya casi hervidas.

Los atardeceres españoles comienzan una hora más tarde, pero aunque el invierno haya pasado mi ella no ha vuelto.

Estoy seguro que en cinco años ya no continuaré pensando en ella como lo vengo haciendo nada más comenzar agosto.

Mi alma es la casa de este comprender bien, pero hasta que fue una semana antes de primavera cada día la extrañaba más. Pero cuando me convencí de que ya no iba a volver, me hice fuerte y al cabo de siete días puede olvidarla tanto como si hubiera pasado un año. Quizás mi nepente fuera el perdón. Lograr que sus insultos no cuenten para mi alma, empezar a juzgar aquellas palabras a escondidas como si hubieran sido las travesuras de una niña cuyo corazón tiene latidos de rebeldía.






domingo, 28 de marzo de 2010

Acostumbrado al sin ti


31 de enero de 2010
Un mes después


Mi confusión ahora está escalando un declive que hasta hoy había desconocido, y tras cada metro avanzado su suelo caballero se desestabiliza más y más, pero de todas formas seguiré subiendo por este sendero inconsistente, que tan lenta como obstinadamente me alzará en la cumbre de un extraño torrente que coronaré siendo más resistente, la mañana que finalmente me haya acostumbrado al sin ti.

Y antes de soltar la mano que sujeta las riendas de mi corazón escribiente, yo acariciaré la sangre que le unge para que se eche a correr por el bosque de mis prosas con más confianza.

Hemos perdido, y hemos ganado ambos.

Sin habérselo dicho, como si me deslizara sobre una cartesiana parábola, el dos de octubre fui hasta su casa.

Más imponiéndome que por persuadirla, para no discutir conmigo aceptó al fin acompañarme a comer. Ella tenía una exótica alergia a la carne de cerdo, como si Dios le hubiese escarbado en los adeenes para llevarse un pellizco de su perfección. Así que compramos unas lonchas de pavo. Era divina como se tomaba su enfermedad. Nombraba con agradecimiento a sus medicamentos: decía mi valium o mi clorazepam, o agregaba diminutivos al término de algún jarabe. Y aunque a ella no le gustaba conseguí mayonesa en un almacén, cuyas paredes dejaron de existir en mi memoria a los pocos días de haber salido de allí.

Quizás su forma de caminar –notablemente ligera pero a la vez rimbombante, como si se tuviera que agarrarse al mundo para no levitar- le restaba importancia a todo. Quizás porque mi atención espectaba sus ojos constantemente. Era lo mismo que estar cuidando a un jilguerito que en cualquier momento se me iba a escapar, o como si todo el tiempo tuviese miedo a que se muriera.

Aunque se la veía un poco incómoda en mi compañía, aunque no me besó con la misma pasión que yo, entiendo que se esforzó para aceptarme finalmente como era. Y se esforzaba haciendo cosas de enamorada para que yo me sintiera bien.





La inmediatez transplantada ahora echa raíces en mi espíritu con todo éxito. El triunvirato de llamados se desparramó sobre el lunes, desde un envejecido amanecer hasta que el cielo de Salamanca esbozó su primera oscuridad.

2 de febrero

Desde la mañana esperé junto al teléfono, con la misma ilusión que había esperado a que te dieras vuelta antes de ponerme a fotografiar los grafitis que rejuvenecían las escaleras de la estación. Entonces, por segunda vez, experimento la bofetada que puede pegarme su modesta astucia. Ella ha elegido empezar a ignorarme en un día especial para mí, para que así me duela el doble.

Algunos amores comienzan a romperse con la misma magia con la que se crearon, pues eligió desaparecer de mi vida en la misma fecha que la conocí. Y así guardaremos como si fuera el paisaje más triste el recuerdo de una fecha magistral.

[La tarde]

jueves, 18 de marzo de 2010

Ohio


Recuerdo claramente: marzo 6
(mañana)





Luego de que te pasearas doce horas seguidas por las puertas de los roperos y el acusador golette de los techos, mi consciencia me pone una cachetada con mis demorados emprendimientos, como para espabilarme, diciendo que yo también tengo responsabilidades, aunque más no sean del tamaño de mi pulgar. Los inconclusos principitos 2 y 3, el ayudar limpiando los baños de la casa, para que a mamá no la castigue la osteoporosis ya parentesca.

Cuando me entero de la mañana vuelvo como un rayo a Salamanca.

Medianoche [otra vez]



CSN&Y, continúan con el show presentación que hicieron en mi pieza ayer a la noche.

Hoy ha sido el día más repleto de ti.

Curiosamente, y dependiendo en que día sea, variar la forma de una sola vocal puede cambiar todo el estilo de la caligrafía. Es un tema interesante, por qué parece que mejora o decae el ánimo hacer la ese así o así. Sin embargo ahí se queda. Tal como cuando anochecía y el pinar se quedaba detrás mío, con el Señor contemplando las huellas que fui dejando en las tollas y los vados de los arroyos. Desde que comenzaba el otoño hasta finales de la primavera, mirábamos para arriba y el Peñalara estaba con un sombrero de nieve hasta que la Tierra redonda se acercaba más al solcito. O si no a la Mujer Muerta, que allá más lejos en el espacio se le veía nevada y la cima se confundía con una nube cuando el cielo estaba escampado.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Todavía

¿Quieres que comience con el recuento las lecturas pensadas en estos dos meses de invierno? Dos caras en el estanque, La casa de Asterión… Desde la mujer que soy.

De todas formas siempre estuviste. La casa te recuerda en cada rincón donde se oyó tu llamada. Las tela-araña vibraban al son de la melodía que el Siemens tuviera elegida, cada vez que un alma desde Alcalá buscaba la compañía de un oidor en la casa. Imagínate cuánto que te recuerdo. Aún sigues siendo el absoluto sentido de mi vida.

¿Qué decisiones tomaremos entretanto? Doblegará ese orgullo contagiado, o a esa necesidad impetuosa de no volver a sentirse mujer. Aunque tengo evidencia de que ello solamente fueron palabras, porque
aún sigue dolorida con otros seres en quienes crece el bigote, y nada más sigue descartando pretendientes para sentir que hay una justicia más en la Tierra. Pero en el íntimo nos derretimos analizando, recordando, aquellos hábitos propios de nuestro opuesto. Así como la imaginación de los hombres se deleita pensando en un sostén o el hilo de una braguita negra, he visto en sus ojos la admirada curiosidad cuando estrechamos las manos el barman y yo. También se adivinaba una revolución de hormonas cuando el orgullo se ponía a flor de mi piel. ¡Qué importan los dichos de Conny Mendez o el Sant Germain! Si lo que yo quería era pasar un día entero en sus brazos. Sólo que no a cualquier precio. A lo mejor todo esto es el miedo a sentir otra vez el rechazo sin razón. Tal cual fue el diplomático desplante un día quince hace cuatro meses. Pues cuando miro todo esto en retrospectiva, me había envuelto su entrega con moño rojo y cordones rizados. Y yo ya había pensado como proseguiría todo, pues aún no era nuestro momento.




11 de marzo




Hoy un galopante presentimiento afirma –tal cual lo sentí en las dos anterior y violentas cartas- que este cuaderno no será el último que te escriba, querida mía. La diferencia está en que –si uno ya tiene claro qué va a escribir- una carta se termina en el mismo día, y en otros dos ya puede estar sostenida por esos dedos deseados. Pero uno de estos pasivos cuadernillos puede tardar semanas, incluso meses en completarse; incluso si estas cursivas garabatearan su complextura todos los días.

Si para escribirme o hablarme estás aguardando a sentir una sospecha de que es el momento justo: la casa y principalmente yo te rogamos que no te demores ya más. Porque cuando aquí no hay nadie más que el gato, el almacén de recuerdos hace que me sienta extraño. Pero al alejarnos tú y yo, la casa también sufre un poco. Es como si alguien de la familia se hubiera muerto. Aunque no hayas vivido aquí, en el quinto B siempre estábamos esperando noticias tuyas. Eras alguien más en esta familia. Llamabas en Noche Buena, antes y al terminar el brindis, o era porque te sentías muy sola en esos momentos o quizás porque ya habías comenzado a enamorarte. Pero nada de eso importaba, yo siempre estaría de buen humor, siempre sabría qué hacer, siempre escucharía. Toda esa semana experimenté una de las mayores felicidades de mi vida: estabas tan linda, con esa vocecita de niña que tenía miedo de que la descubriesen haciendo algo que no tenía permitido, colgabas sin despedirte cuando entraba tu Gloria, y hasta la siguiente mañana ya no nos telefoneábamos. Fue como si hubiéramos estado de novios por cuatro meses.

Y entonces me doy cuenta de que a pesar de dos meses sin escucharte, todo resultó ser igual a tu Me alejo de ti. ¿Quién habrá sido ese afortunado? Aquí también permaneces a mi lado todo el tiempo, tras cada pasito que doy. Y jamás consigo desprenderme de tu presencia ausente.





lunes, 22 de febrero de 2010

Extraño









Echo de menos a tus problemas cielo. La conmovedora indignación con la que me trasmitías tus penas. Improvisar soluciones para tus sufrimientos. Sugerirte denuncias para que tu romántica conciencia no te reproche el haber hecho la vista gorda a las injusticias que el Sino te tenía designadas. Echo de menos el sonar que hacía el eco de tus opulentas onomatopeyas cuando caminabas por el living y sentías el frío. Extraño esa desmedida desaprobación que te provocaban todos los gatos, desde que un felino desbordado se subió en ti para destrozar tu plumas a esquizofrénicos rasguñazos.



Tus suspensivos innecesarios…



Tus viscerales insultos cuando nos enfadábamos. La expectación que ponía en cada una mis palabras, deseando que me llegara una respuesta de ti. ¡Y tus lecturas! ¡Ay, Dios! Los camiones de bomberos y las ambulancias… Echo de menos preocuparme por tu incomprensible patología de alergia. Insistirte para que hagas tu Silva, o que me pidas instrucciones que al final no probarás.



Extraño tus errores.



Extraño ofenderme porque dejabas para segundo lugar a mis textos, y en cambio te ponías a hablar con un imbécil a 20.000 kilómetros. Extraño tu confusión, que te hacía elegir a veces tratarme como si fuera un desconocido. Tu despiadada historia y que corrijas mi seudónimo.



Extraño que cuando menos lo espero… lo eches todo a perder.




















22 de febrero


jueves, 4 de febrero de 2010

Astrea













-



Hoy eres los poemas aún sin escribir

cuya extensión son los versos

que se escribirán hasta la próxima tú.



Casi he desgastado tu bautismo

de tanto que lo nombro.



Y al evocarte soy de confundirte

con otros lores


que todavía no se esfuman.



Pues no apunté lo suficiente

sus sonoros alias.



Nos abandonamos cuando firmé mis odiseas

con ese seudónimo que me concedió

nuestro vínculo X.



Solamente volveré

a firmar como una almeja

si alguna vez vuelves a mí.

Pues nada de lo que viva

me hará sentir tan único.









4 de febrero, 2010

(llovizna)