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jueves, 22 de abril de 2010

Como






16 de febrero
18,30 horas










Desde que te oído por última vez ya han pasado más de 30 puestas de sol.

Me avergüenza decir que no ha podido cumplir con mi palabra de venir este cuaderno para escribirte todos los días. Supongo que ha sido por falta de tiempo, pero aunque no ha pasado un solo día sin que te escriba alguna que otra cuartilla [salvo que en otros folios] contando hoy van dos días que falto a mi juramento.






Ya habían pasado 30 días de haber oído tu voz por última vez, pero seguí luchando para que el fantasmagórico virus de la depresión –tras un cultivo de frases escuchadas-, no entierre su acorazada semilla en mi corazón. A su expansión destructiva le deberé que germinen los grotescos tentáculos de mi pena incansable. Aquellos brazos horrendamente pulposos, al compás de las corrientes sangrientas recorrerán mis aortas, polifurcándose por cada una de mis venas azules. Y como si fueran las aftosas caricias de una gillette estallarán en el minuto fijado por Cristo. Y se hendirán en mi carne.

Como si continuaras telefoneando a tu antojo en casa, ahora que se arregló, ando con el Siemens en el bolsillos de aquí para allá, por si acaso suena no tener que salir como un correcaminos hacia la sala comedor.

Como si hubiera elegido un último recurso en algo, con la intensión de recordarte un poco menos voy conociendo en el Tormes nuevas orillas. Pero a pesar de mis especulantes pronósticos, apenas me asiento en ellas te presentes
a mí como un partiente trueno que súbitamente estalla para auspiciar la tormenta.

Llegué a una parte del Tormes que huele a almeja. Y como las olas en los arrecifes, así irrumpe en mi alma tu olor a mar. Es entonces que toda la rivera subtormesina se tiñe con el celofán de las lágrimas sin remedio.

Quién sabe a cuántos maltratos habrás asistido llevando el perfume de las caracolas.


Mi pequeño Yang




18 de febrero





En esta segunda tanda, plagada de ondulaciones y lloriqueados tornados de mi grafito ayuntoso, que buscará obviar los apartados errores que hemos tenido, tiene ya su debutante bautismo: Estas horas de creaciones por escrito, hasta ahroa llamadas "paginas matinales", serán ahora las páginas de Lolita.


Hoy por hoy siento de una manera muy diferente los me y los te.











Mismo día, 23 hs

Mientras mi lápiz transcurría por los holográmicos rizados de un primer párrafo, dos gaviotas del Tormes se arrimaron hasta los techos de la avenida los Cedros. Esperando que de resultado -pero mucho más desesperados que cuando te escribí aquel primer poema-, hoy conozco tanto de ti vida mía que has llegado el momento de suplicarte escribiéndote que vuelvas a mí. Pero a pesar de que ahora también le pido tu regreso al Derviche atento, sólo he conseguido que el Siemens suene en mis sueños. Más de una vez salté de la cama al mundo para que la cantata de la campanilla se esfume a mi cuarto paso.









16 hs
Dos días antes



Después de haber garabateado dos o tres hojas, enriqueciendo con los mates de la mañana el campestre historial de mis cariñosos paladeos [que tiene origen en mi forzosamente distanciada Buenos Aires], pues aquí digo: como la muerte, la tarde nos llega a todos. Junto a ella otros mates (gustoso soporte amargo de las almas porteñas, siamés de las soledades), y junto a sus enviciados tragos otra nueva escritura que te habla a ti.





Tu ingenuidad iba posicionando las fichas de nuestra ruptura día por día. Salvando alguna que otra semana donde los intocables te amo pisaban la cúspide en los ochomiles de nuestro afecto, siempre estaba descubriendo una boicotera mancha negra en tu promesa de compromiso. Pero te decía nada.

Hicimos el amor de mil maneras distintas. Pero perfecto, de una sola. Había sido nuestra primera vez. Y su sabor fue más mágico porque estuvo salpimentado con ese sentimiento de compasión ardorosa que desde la tarde anterior nos venía ofreciendo la primera reconciliación, luego de nuestra primera pelea.

A partir de ese amor, tras cada problema que me contabas, tras cada lágrima que compartiste conmigo, tras cada crueldad confiada, tras cada una de aquellas lecturas que enmascaraban con la inocencia una historia terrible, has ido engendrando a mi pequeño yang, cuya estructura molecular estuvo compuesta por cada lamento que te escuché gustoso. Cada segundo que pasé a tu lado, lo he saboreado como un banquete de Jacks. Nuestro llámalo X ha sido como un postre exquisito en una sobremesa de cuatro meses.








¿18 de febrero?







Repentinamente el catorce se ha ido para transformarse en el 18.

La mayoría de las rutinas que son mecánicas nos salen casi todas bien. Otras en cambio, querida mía, requieren de una dedicación más amorosa. En esas fallo. Sino me dedico antes un poco ti soy muy torpe haciendo el resto. Por ejemplo, la cama pude tenderla bien hasta hoy. Salvo la que puse las sábanas arriba de la frazada. También lavo bien los platos. Aunque a veces me olvido dejar la pila sin los restos de arroz que se desperdician en la cena.

Sin embargo he tenido que transplantar dos veces a Katsumoto. Gracias a dios [en mayúscula] no corre peligro. Y antes de primavera comenzará otra vez a dar flores. Pero era la primera mudanza que hacía, y como neófito transplantista dejé la base del cuenco con demasiada tierra cuando lo saqué para recortar las raíces. Al ponerlo de nuevo salían muchas afuera, como si Katsumoto estuviera esbozando el plano de en miniatura creciendo en las tierras de Salamanca.



Hoy una llamada puso freno mis sueños, justito antes de que la mañana se desenlazara.

Últimamente, cada vez que suena el teléfono, experimentó un raro pico de emoción desesperada. Ese desespero era infrecuente en mi vida antes que apareciera tú. Pero ahora cada vez que la campanilla del remendado Siemens amenaza aromatizando mi muy fatigada expectación, pues a mí me gusta entusiasmarme con la vapuleada ilusión de que otra vez seas tú.

Sé que te hubiera gustado escribir final de nuestra historia con el párrafo final del traumáticamente enternecedor Cenicienta.



[Trece horas]

miércoles, 31 de marzo de 2010

Adiós
















-
-

En la orilla del Tormes abandoné a una perla
Ya nunca más seré una almeja.
Pues aún muriendo nutrí de mi substancia
A un grano de arena extrañamente bello
Igual que el microscópico Yang
Flotando en la substancia benévola
Del Ying

La historia de mi perla es tan extraña
Como misteriosa puede ser
La historia en un libro quemado

Sacrifiqué un pedazo de mi alma
Para que se quede con la perla.
Pues dios me la había entregado
Deslucida, patitiesa…

Cuando la vi porvez primera
Estaba tan vacía
Que la impregné de mi substancia.
Y así fue yo por algún tiempo…
Y yo ella.
Hoy me desprendí
De su hermosura amarillezca.

Un útil sacrificio de mi alma
Se quedó en el Tormes junto a ella:
La protegerá por algún tiempo
Del frío, el extravío…
O que la corriente no la arrastre
Cuando bajen las esporádicas riadas.


Nació perla, se hizo arena
Mi perla creció en tierra sin mares
La ultrajaron tres almejas









8 de marzo de 2010
(piedra)

Un epílogo en Blancanieves







Vivo mementos en los que pareciera que sólo el desamor baraja y reparte naipes para este luego, que más valdría llamarlo un predecible chinchon o escoba, antes que truco o un picante desconfío, puesto que jamás usamos la mentira para que un 6 tenga el valor de un as. Tampoco cantamos los envalentonados vale cuatro mientras nuestra mano tenía un siete falso para el final… más bien a menudo aceptábamos los falta envido de la vida con una sota y un tres que vivían en el mismo palo.


4 de febrero


Titiritean mi vida – otra vez desinflada-, las tristes sinergías del desamor: ofreciéndoles a los más cercanos las quietas funciones de mi amargura, fuerte sentimiento que sin alternativa deducirán en mí quienes me ven.

Mi amada llenaba sus hojas por una sola carilla. Para hacer lo deberes se había comprado biromes de muchos colores. Pero prefería las lilas.

Hasta no hace mucho, sólo quería leer sus finales ingenuos una vez más. Con finales más o menos felices, súbitamente guillotinaba el jugoso nudo de su literatura, evidenciando que ya se había cansado de escribir; o estropeando la genialidad de todo un trabajo, finiquitábalo todo con un gracias por siempre o un forzado te quiero. Coronaba el final de sus compactísimos ensayos con enromanticados epílogos de una línea, que parecían los desenlaces de Blancanieves o El gato con botas.






28 de marzo


Los vientos subtormesinos pasean por las terrazas de Salamanca. A falta de los molinos, la antenada de la ciudad se queda vibrando al son de la fuerza eólica, y cual su fuera el quejumbroso resoplo de un resorte, a medida que el viento abarca zonas los ecos van apareciendo en un edificio tras otro, como si fuera la llama de esperanza que inventó Tolkien. Pero que nadie tenga miedo: ninguna cadena dejará de emitir lucrativas histerias de sus belenes esteban.


A unos 100 pasos de niño sentí la llave en la puerta de entrada, pero aunque se abra no será ella.



Y yo: profundizo la vista aérea del mate, que reposa en una geométrica depresión rosada que tiene una caja de pantalones. Como si fuera un valium intravenoso, a través de mis pupilas me infiltro en la yerba arada. Y siento en piel mares submarinos del las aguas ya casi hervidas.

Los atardeceres españoles comienzan una hora más tarde, pero aunque el invierno haya pasado mi ella no ha vuelto.

Estoy seguro que en cinco años ya no continuaré pensando en ella como lo vengo haciendo nada más comenzar agosto.

Mi alma es la casa de este comprender bien, pero hasta que fue una semana antes de primavera cada día la extrañaba más. Pero cuando me convencí de que ya no iba a volver, me hice fuerte y al cabo de siete días puede olvidarla tanto como si hubiera pasado un año. Quizás mi nepente fuera el perdón. Lograr que sus insultos no cuenten para mi alma, empezar a juzgar aquellas palabras a escondidas como si hubieran sido las travesuras de una niña cuyo corazón tiene latidos de rebeldía.






domingo, 28 de marzo de 2010

Acostumbrado al sin ti


31 de enero de 2010
Un mes después


Mi confusión ahora está escalando un declive que hasta hoy había desconocido, y tras cada metro avanzado su suelo caballero se desestabiliza más y más, pero de todas formas seguiré subiendo por este sendero inconsistente, que tan lenta como obstinadamente me alzará en la cumbre de un extraño torrente que coronaré siendo más resistente, la mañana que finalmente me haya acostumbrado al sin ti.

Y antes de soltar la mano que sujeta las riendas de mi corazón escribiente, yo acariciaré la sangre que le unge para que se eche a correr por el bosque de mis prosas con más confianza.

Hemos perdido, y hemos ganado ambos.

Sin habérselo dicho, como si me deslizara sobre una cartesiana parábola, el dos de octubre fui hasta su casa.

Más imponiéndome que por persuadirla, para no discutir conmigo aceptó al fin acompañarme a comer. Ella tenía una exótica alergia a la carne de cerdo, como si Dios le hubiese escarbado en los adeenes para llevarse un pellizco de su perfección. Así que compramos unas lonchas de pavo. Era divina como se tomaba su enfermedad. Nombraba con agradecimiento a sus medicamentos: decía mi valium o mi clorazepam, o agregaba diminutivos al término de algún jarabe. Y aunque a ella no le gustaba conseguí mayonesa en un almacén, cuyas paredes dejaron de existir en mi memoria a los pocos días de haber salido de allí.

Quizás su forma de caminar –notablemente ligera pero a la vez rimbombante, como si se tuviera que agarrarse al mundo para no levitar- le restaba importancia a todo. Quizás porque mi atención espectaba sus ojos constantemente. Era lo mismo que estar cuidando a un jilguerito que en cualquier momento se me iba a escapar, o como si todo el tiempo tuviese miedo a que se muriera.

Aunque se la veía un poco incómoda en mi compañía, aunque no me besó con la misma pasión que yo, entiendo que se esforzó para aceptarme finalmente como era. Y se esforzaba haciendo cosas de enamorada para que yo me sintiera bien.





La inmediatez transplantada ahora echa raíces en mi espíritu con todo éxito. El triunvirato de llamados se desparramó sobre el lunes, desde un envejecido amanecer hasta que el cielo de Salamanca esbozó su primera oscuridad.

2 de febrero

Desde la mañana esperé junto al teléfono, con la misma ilusión que había esperado a que te dieras vuelta antes de ponerme a fotografiar los grafitis que rejuvenecían las escaleras de la estación. Entonces, por segunda vez, experimento la bofetada que puede pegarme su modesta astucia. Ella ha elegido empezar a ignorarme en un día especial para mí, para que así me duela el doble.

Algunos amores comienzan a romperse con la misma magia con la que se crearon, pues eligió desaparecer de mi vida en la misma fecha que la conocí. Y así guardaremos como si fuera el paisaje más triste el recuerdo de una fecha magistral.

[La tarde]

jueves, 18 de marzo de 2010

Ohio


Recuerdo claramente: marzo 6
(mañana)





Luego de que te pasearas doce horas seguidas por las puertas de los roperos y el acusador golette de los techos, mi consciencia me pone una cachetada con mis demorados emprendimientos, como para espabilarme, diciendo que yo también tengo responsabilidades, aunque más no sean del tamaño de mi pulgar. Los inconclusos principitos 2 y 3, el ayudar limpiando los baños de la casa, para que a mamá no la castigue la osteoporosis ya parentesca.

Cuando me entero de la mañana vuelvo como un rayo a Salamanca.

Medianoche [otra vez]



CSN&Y, continúan con el show presentación que hicieron en mi pieza ayer a la noche.

Hoy ha sido el día más repleto de ti.

Curiosamente, y dependiendo en que día sea, variar la forma de una sola vocal puede cambiar todo el estilo de la caligrafía. Es un tema interesante, por qué parece que mejora o decae el ánimo hacer la ese así o así. Sin embargo ahí se queda. Tal como cuando anochecía y el pinar se quedaba detrás mío, con el Señor contemplando las huellas que fui dejando en las tollas y los vados de los arroyos. Desde que comenzaba el otoño hasta finales de la primavera, mirábamos para arriba y el Peñalara estaba con un sombrero de nieve hasta que la Tierra redonda se acercaba más al solcito. O si no a la Mujer Muerta, que allá más lejos en el espacio se le veía nevada y la cima se confundía con una nube cuando el cielo estaba escampado.

sábado, 27 de febrero de 2010

Un vaso de agua sin sentir sed



28, quizás


Ya es la tarde.


El tiru-riru ha sonado con una opereta cortita y diferente. Ayer he cambiado el fonta
nero por otra que ni me interesa saber su nombre, para que así no me ataque lotob y me empiece a desacostumbrar de esperarte.


Muchas ventanas de Salamanca están a punto de hacerse astillas: los vientos subtormesinos transitan por mi primera castilla a 130 kilómetros en una hora.
























Las cosas tenían que ser así: aún no estabas preparada para valorar lo que yo tenía para darte. Y yo no pude esperar sin que este enamoramiento me asfixie. Como te decía en la carta: los celos me están matando. Sólo sé que en 2 días he soñado 5 veces contigo. El último fue que habías preparado un perfil diferente. Y por todos lados decía todos mejor que nico.




















Aunque tu nombre no había cambiado, sí cambiaba tu residencia. Ahora estabas en en Argentina. No quisiera mentir, pero creo que figuraba la provincia del chico que te dejó un mensaje en el blog de Perla. Ese mensaje que no borraste. Me llamó la atención no verlo, era extenso y también romántico. Antes escribías todos los días allí, y ahora parece el cuaderno de una niña que no puede salir a jugar. Yo también te he golpeado, ahora lo entiendo. Lo siento tanto.







En el sueño, para herirme aún más, habías hecho unos grotescos retoques a tus fotografías. Tu expresión había pasado de emocionada hasta una amargura que me dolió. Me daba pena pues parecías una mujer común. Un dolor parecido sentí cuando vi el anuncio de los pelos largos que buscas por tu ciudad.

En las fotos deslizadas, tu conjunto ahora se había pintado de blanco, igual que los gatitos cuando querían dejar de dar mala suerte.

Este mediodía ya se pasaron siete días desde que el teléfono sonó por última vez sin ti. Me siento huérfano de mis instintos. Un bastardito sin escuela. Nadie pregunta nada. Tan solo hubiera un amigo, un padre… Entonces una pregunta masoquista invade mi espíritu una vez más: ¿Con cuánta frecuencia entrarás a leerme?



Me gusta pensar que estos escritos son para ti como el recreo para una niña que va a la escuela. O coo un cuarto lleno de cromos y piruletas, que donde miras hay algo rico que te hace seguir soñando, algo que te gusta mucho y te junta saliba en la boca… algo que te hace feliz y que no se agota.

viernes, 5 de febrero de 2010

Enséñame




Tenemos la noble solemnidad como para concedernos tiempos generosos. ¿Qué es nuestro llámalo equis?, sino la sufrida contemplación de un sustancioso grano de arena, atravesando la crítica metamorfosis de huésped indeseado, hasta que por fin adquiere la trigueña belleza de su perla perfectamente esférica.

A veces acallo mis angustiosas fantasías imaginando que mi reaparición haya cicatrizado a todas, y cada una, de los profundos tajos y golpes que sufriste en el pasado. Y que en tu ser habite solamente yo. Necesito saber si es que al fin me he convertido en la razón de todos tus dolores: Necesito saber si únicamente yo me fui convirtiendo en un lastimoso grano de arena, irrumpiendo en la superficie de tu alma infinitamente dolida. Durante muchísimo tiempo le hice bienvenida a la incertidumbre, pues así quitaba la idea de acabarlo con todo, cuando en mis días y noches, infinitamente solitarios, no habías entrado tú.

Quiero seguir soñando que, igual a ese infiltrado, ahora yo también me he mezclado en la esencia de tus escrituras. En textos pasados he visto la demanda del entre tus líneas timorato, que se amedrenta diciendo amor y nunca me bendijo con un te amo, anhelado desde hace tiempo. Pero también es verdad que sigo roto: es como si múltiples granos de arena se hubiesen metido dentro de mí, y no hubiera placenta ni plasma lo suficientemente justo como para curarme de todos. Los importunios dejaron abiertas heridas que aún no consigo suturar con estos finitos nepentes, que las quebraduras enhebraron en la constructora aguja de mi conciencia infantil.

Dime qué significan tus puntuaciones invertidas en los títulos. Explícame qué estás sintiendo cuando dices que tú también lo lamentas: ¿lo lamentas por ti? ¿o porque te estoy perdiendo un poco más, tras cada uno de mis orgullos, que no son más que equivocaciones que inoportunamente designa el hado en el haber de mi fatua conquista?. Dime algo, hija de mi substancia: ¿Puedes salvarme de morir ahogado en esta mar de lágrimas? Sí… Yo también lloro. Fue mucho antes de hoy, cuando temí de la incerteza, de impotencia, de ardor, de miedo a haber nacido en una mar que nunca fue mía. Y sin embargo, aquí continúo por ti, para que mis cuidados te embellezcan hasta la perfección de tu naturaleza.

Déjame corregirte una vez más: la amistad verdadera debería escribirse como está dicho en tus líneas. Yo también opino lo que ellas. Aunque con una diferencia de tres letras: lo llamo Amor. ¿Acaso se percibe un sentimiento de amistad en los epistolarios para S? Pues yo te ofrezco lo mismo a ti. Y fue desde un principio, incluso sin conocerte.

A lo que ha sido la verdadera amistad en mi vida, le debo el obligado honor de haberme convertido en una perla imperfecta y defectuosa. Cuya hermosura se eleva por encima del nivel de lo normal cuando otros ojos la observan, pero que cae como una plomada si la filtro por el destilaje de mis valores.

Y a pesar de nuestros malhumores, a pesar de nuestra distancia, tratémonos siempre con la indulgencia de las palabras esforzadamente consideradas. Pues se aprende a cómo a amar siguiendo el ejemplo de cómo se nos amó.

Los niños aprenden a amar así.

Yo también quisiera acostumbrarme a vivir si ti. Pero eso lo haré cuando no me quede más remedio.

Yo no tomo a los kilómetros como una ofensa, o como algo que va haciendo cada vez más imposible el estar juntos. Sino como una inapelable verdad, que inexorablemente ha ido convirtiendo a las incertezas en algo más sublime que un te quiero. Pues ellos se dan tanto a los padres como a los amantes como a los niños. Pero decir mi vida, mi cielo, mi amor…

Ya no deploro la distancia cuando todo está en mis manos para ir hasta ti. Me basta una sola palabra tuya para que en 3 horas roce tus hombros. ¿O llamas distancia a la falta de nuestras condiciones?

Nunca será tarde para dar la dulce bienvenida a tus dulces palabras, vida mía. Pero yo también necesito un poema rodee a mi nombre en un enjambre de tus te amo.

Enséñame a estar contigo.




jueves, 4 de febrero de 2010

Astrea













-



Hoy eres los poemas aún sin escribir

cuya extensión son los versos

que se escribirán hasta la próxima tú.



Casi he desgastado tu bautismo

de tanto que lo nombro.



Y al evocarte soy de confundirte

con otros lores


que todavía no se esfuman.



Pues no apunté lo suficiente

sus sonoros alias.



Nos abandonamos cuando firmé mis odiseas

con ese seudónimo que me concedió

nuestro vínculo X.



Solamente volveré

a firmar como una almeja

si alguna vez vuelves a mí.

Pues nada de lo que viva

me hará sentir tan único.









4 de febrero, 2010

(llovizna)