miércoles, 2 de marzo de 2011

Sin Lazarillo

A los 32 años acepto que pocos saben curar
El envenenamiento que un pasado cruel
Nos siembra en el corazón.

Que si nos quedamos mucho tiempo estancados
Puede que nos adaptemos demasiado
A nuestro dolor.

Y entonces podremos confundir los nombres
De la vida, llamando a nuestra muerte
“Comodidad”.

Acepto que avanzar sin indagar en los porqués
También puede ser llamado
Retroceso.

A los 32 años acepto que bajo la doctrina inculcada
Hay algo placentero que podría llamarse
Pecado.

En él pueden leerse callejeros, cuyas rutas
Finalmente nos guiarán
Hasta lo auténtico.

Y que con los fines más carroñeros aquellos que más amamos
Pueden haber estado utilizándonos
Para su provecho.

A los 32 años he aprendido que el provecho de los amados
Ocasionalmente suele ser materia prima para nuestras más
Terribles poemarios.

Y que puedo vivir muchos años
Junto a alguien que no ama
Igual que amé.

Hoy me termino por dar cuenta que si entre dos hay uno
Cuyo amor no está a la altura, amará…
Sin convencimiento.

El amor no convencido puede vivir en muchas casas
Y nunca llegará a tener
Un hogar.

Ya que el amor no convencido siempre aguarda
A la equivocación más pequeña
Para comenzar a romper.

Puesto que el amor que no ama del todo
Envidia la felicidad
Del desposado.

Acepto que cuando estamos enamorados nuestro corazón
Es cómplice indirecto de las infidelidades
Sufridas.

Hoy por hoy acepto con un agrado no absoluto
Que es torpe acusarse de imbécil
Por ese engaño.

Ya que nuestro embelezo descarta la sospecha:
El amor es un ciego
Sin lazarillo.


Degüello, 12 de enero






sábado, 26 de febrero de 2011

27 de julio 2010




El tiempo pasa en primera. Poco a poco me fui dando cuenta de que ya no deseo que regreses.

Hoy hace doce meses que comencé a escribir pensando en ti. Y aunque ya te habías marchado de mi vida y otras se acercaron buscando leer sus nombres en la glosa compuse luego de ellas… nadie consiguió alejarte del todo de mis cuartillas. Como al principio hoy camino por los salones de casa con el Siemens en bolsillo. Pues el sábado despaché una encomienda para Alcalá. La casa está más seria desde que no llamas tú. Contigo se fue algo importante. No voy a exagerar: se puede vivir de todas formas.

Capas de la cebolla

Julio 2010

Cuando pelo todas las capas encuentro un centro que no me gusta mucho. Es un centro de dolor generalmente. Quizás las capas de la cebolla están falsamente vistas como límites del centro. Y para que el centro brote tan solo es necesario pronunciarlas.

Hoy una parte de mi vida no quisiera que esté. Por pensarte unas olas que se forman con todas tus palabras consiguieron alimentar el arrecife de mis resentimientos.

Te lamento. Te lamento porque ya no sabré si te diviertes llamando la atención tomando pastillas y luego te metes los dedos hasta la campinilla para vomitarlas. Los días pasaron del nacimiento hasta su obscura decrepitud y su voz no me alcanzó a tocar. Te lamenté al principio cuando tus miradas ya no hicieron visitas a mi casa. Te lamento por las mañanas cuando vengo a escribir sobre mis cosas. Pocos días me enfrento a ese lamento. Me lamento al darme cuenta que ya te estaba olvidando cuando regresaste. Y así hemos sufrido el desgaste de los desencuentros. Te lamenté cuando mis consolaciones no hallaron eco en el peñasco de otra alma amada. Y que al abrirte otra vez las puertas de mi alma desandé el camino del olvido.

Las olas de una mar de ti han erosionado el arrecife de mis odios.

La creatividad tiene cara de mujer. La tuya tardó en cambiarse. Otra imagen que no es tuya ocupa esta mañana los rincones silenciosos de la casa. Me había acostumbrado a soñar con que volvías. Hoy he borrado tu nombre de mis libros. Ahora ya no es a ti a quien amo, sino a mi obra hecha por ti: cientos y cientos d papeles resumidos a una lágrima sentimentalosa. También se aprende a amar el vacío que me significaba estar a tu lado.

Hoy espero que la campanilla que auspicia las llamadas suene con otra melodía. La campañilla del teléfono nos sirve para adivinar cómo es el corazón de quien nos llama según suena. También puede pasar que una misma melodía pueda tener distintos sones si suena de mañana o a la noche.

Miro en los bellos escondrijos que se momifican adentro de esta atmósfera. Quizás ahora seas un fantasmita que hamaca sus piernas al borde del suspendido atrio donde Mickey y Pluto posan desde siempre. No sirvieron para que vuelvas los poemas que te escribía en la mesa multihoraria.

viernes, 21 de enero de 2011

Apresuro



Lolalandia no es una nación aún derrotada


Tus frases de inocente heroína lastimada


Nadie supo más que tú de padeceres





Déjame estar un rato más contigo antes de irme


De desperdiciar mi vida sin retorno y para siempre




Te llevaré conmigo hasta ese otro continente


Donde amanece tras un horizonte azul marino


















21 de enero de 2011





jueves, 13 de enero de 2011

Quiero una tregua



Qué curioso que estas letras comiencen a escribirse


Con palabras de otro tiempo dicha por boca de autor otro


Pero yo quiero una tregua de tu ausencia


Pues los meses son como una mariposa


En vuelo de batalla, separados




Por tus reapariciones:


Fugaces instantes que las alas


Se tocan en el aire.




Quiero pedirle una tregua a tus desprecios insinuados


Que Dios retire de la mesa tu no estoy enamorada


Sería capaz de bañarme en el Leteo


Con tal de ahogar tales palabras.



Quiero pedirle una tregua a los días de mañana


Para dejar de buscarte en la casualidad indemostrable


Ojalá yo me equivoque y no sean de otro amar


Las palabras que te llenan de ilusiones.




Ni la nieve de montaña en el alto Peñalara


Ni las aguas que fluyen por el Lete:


Quizás te haya perdido y cualquier intento


De olvidarte será estéril.









13 de enero 2011

















13 de enero 2011






domingo, 9 de enero de 2011

Quinto mundo



¿Cómo se debiera comenzar a armar


El primer verso de un cálido soneto?


Iniciaría con tu nombre este cuarteto


Para que puedan mis rimadas avanzar.



El amarillo tempestuoso en el trigal


O el sentirme cobijado por tus retos:


Aquí nada consiguió acercar enero


Ni tampoco azul marino en el rosal.



Del amanecer hasta el crepúsculo segundo


Amanezco con un quinto ventrículo en mi pecho


Formado por los icebergs cambiantes de tus mundos



Rizos serpenteados, labios, dientes y tus muslos


Así recorres mi alma como un viento lastimero


El cual se aprende a amar… Y forma un mundo.



jueves, 30 de diciembre de 2010

La hermosura del Fénix que agoniza






No es que no pueda evitar ser reiterativo. Pero una vez que han pasado demasiadas puestas de sol sin que me lleguen noticias tuyas, pues comienzo a sentir como si algo dejé de hacer.






Pero en mi mente y mi corazón los días nunca fueron monótonos desde que estás tú. Jamás me falta nada que hacer: Cuando te pienso ya no me dueles, sino que es como si te estuviera esperando para una cita a la que de seguro asistirás. No he querido ahondar demasiado en planes de empresas, pues necesito que sientas esto también es tuyo. Hoy nos imagino de muchas formas, haciendo amores “en horas de oficina”, atendiendo un kiosquito, o peleándome con clientes que te insinuaron una propuesta insolentemente. Y conociéndote: nunca dirías que no porque tu corazón ya tiene una imagen para entretenerse. Si no que te pondrías a discutir de los comportamientos masculinos cuando van en busca del sexo como si todos fueran macho dominante. Ya me despierto a las 4 y media o 5, a veces a las 6, y pienso que me despierto porque me estás pensando. Entonces te tengo que escribir algo, si no no puedo concentrarme en las otras cosas, ni tampoco puedo seguir durmiendo. Porque si me acuesto daría mi poco reino por rozarme con esa piel o sentir la tibia respiración de tu habla en mi oído. Es como si nos preguntáramos por qué nos gustó la misma canción de Floyd, o por qué nos llamamos al mismo tiempo. Y aquí me pongo algo técnico:



Contabilizando las ocupaciones que cada uno tuvo por separado, a doscientos kilómetros y luego de comenzar a ordenar en horas seguramente distintas, pues podría decirse que vos y yo terminamos hacer nuestros trabajitos más o menos en el mismo momento. Y entonces se dio la casualidad de que estábamos esperando a quitarnos de encima el peso de los trabajos para poder hablarnos de amor. Y así fue que nos llamamos al mismo tiempo. Pero así estaríamos analizando una coincidencia, como pueden coincidir la detonación de la bomba H con una hojita que se desprende y cae al suelo del Machu Pichu. Así estaríamos analizando la trivialidad de dos señalamientos que nadie señalaría. Estaríamos haciendo pasar por milagroso el hecho de notar que dos personas hagan lo mismo en diferentes partes del Planeta. Analizaríamos fríamente y con lógica, y nos forzaríamos por ver Providencia donde sólo existe observación. Y así estaríamos analizando al movimiento de la materia, más no al amor.



El amor es la razón del amor. Lo curioso del amor es que no sabemos cuándo nos tocará. No es voluntario. El amor emociona a nuestra razón porque involucra el misterio. Y el misterio es una parte de la felicidad: cómo se encuentra y en qué tiempo, cómo será la próxima personalidad que amar… y todas las respuestas que nos preguntamos en tiempos de soledad pues se responden con un supongo. Y si tenemos la fortuna de que nos llegue, el amor pasa a ser una total incertidumbre de lo conceptual… y a cambio viviremos la más extraordinaria certeza sentimental.



Jamás pensé que el destino me reservaba un amor tan extraordinario. Hace mucho, mucho tiempo que ya no pienso en qué me conviene. El amor que siento por ti, por la vida y por la escritura iluminan mi mundo de hoy día, y encandilan las demás luces que en alguna otra vez han iluminado las ergástulas de mi interior.



Después de mi primer te amo viví los días más hermosos luego de no sé cuánto pero muchísimo tiempo. ¡Te sentía tan enamorada! Y en virtud de ese amor compartimos cosas tan enternecedoras. Como cuando colgabas sin despedirte y haciendo un ¡Oh!, falsamente asustadizo, porque sentías a Gloria regresando de su trabajo. Después cuando cantabas, me hacías el amor con cada palabra. Y más te deseaba tras cada vocal que te oía. Nunca dejé de desearte. Y sólo a ti. Pero lo más interesante fue la separación. Y no es porque no haya otro tema para contar, es que me parecieron tantos días y me quejé con tantos te extraño que todo ese tiempo ya forma parte en mi historia como una cosa importante que no se quiere olvidar. Fue como el nacimiento de un hijo, como un primer beso o como cuando nos enseñan a andar en bicicleta. Al principio fue más difícil, claro. Mi pecho era como una ubre en las manos cerradas que se exprime como bombeando aire para ordeñarle la leche. Entonces intenté manejar ese dolor – primero – con la escritura. Al dejarnos me fue imposible amar a otra mujer. Pasaron 4 meses hasta que lo intenté de nuevo. Pero a pocos días tuve que ser honesto y tomar distancia, pues no se puede empezar a construir un hogar diferente con los cimientos en donde se sostuvo nuestra casa anterior. Cada cosa que ella me daba la colocaba debajo de lo que me diste tú. Y con los meses me daba cuenta que a todas les faltó algo para llenarme. Y a cada una le agregué tus cualidades. Les faltaba la hermosura del Fénix que agoniza. Me confesaron cosas que no despertaron en mí el deseo de curar. Y a cambio recordaba las tuyas, que tenían la violencia de un arrecife en la tempestad. Presentí sus sexos tan livianos cual sus verdades. Hasta que descubrí que después de ellas me quedaba pensando en ti. Me hacía feliz reemplazar sus risas por las inefectivas impertinencias que a veces se te escapaban. Me daba cuenta que tus insultos eran mejores que los piropos que nunca me hube ganado. Me di cuenta de que cuando tus palabras eran hirientes, fue nada más que por el dolor que te causaba mi desconfianza. Y que un verso de tus poemas era la Ilíada comparado con los Moby Dick que me dieron a leer.



Y tras cada “Darme cuenta” te fui amando más.


martes, 21 de diciembre de 2010

La mar donde desembocan todos los afluentes



6 al 12 de diciembre



Por la vulnerable ventana de la sensibilidad de mi espíritu puedo ver pasando a otros cuerpos que me pidieron socorro con los ojos más verdes para que los dejara entrar en mi glosa.

Aunque ya hace un mes que no te oigo, mi corazón aún no ha entrado en la desesperación. Pero sí quisiera escribir un poemario de mil versos que tuvieran tu nombre, para al fin agotarme de pensarte. Es difícil pensar en lo que comeré, o lo que necesito hacer mañana… Pues así como todos los caminos de Salamanca caen por fin en alguna parte del Tormes, pues así todos mis pensamientos desembocan involuntariamente en algún recuerdo de ti. Por tercera vez en esta historia nos hemos separado. Gracias al Cielo esta vez al partir no estábamos enfados. Y hoy el rencor no llena tus ausencias.

Las peculiaridades que pueden llegar a tener los enamoramientos son muy difíciles de explicar. Ellas pueden ir desde la memoria de seis acordes que se recuerdan en una misma secuencia de arpegio a lo largo de todo un día. No tengo miedo de perderte ni me desespero como antes al tú faltarme. Aunque la lejanía no me parezca digna de los romanticismos que practicaban Hamlet o David Lebón, que dejaba notitas desparramadas por toda la casa para que las encuentre Pata Villanueva. Personas que me rodean y hasta la cómica Valentina sufren de alguna insolencia menor que les escupo, pues la verdad que la paciencia la gasto toda esperándote a ti. Una carta que despide de Salamanca con dirección a Alcalá, o un proyecto atascado en el insistente trompicón de tu recuerdo…

miércoles, 15 de diciembre de 2010

A las manos de Ámon


23 de octubre



No es para decírtelo en estos días, pero a ti te encanta sentirte la protagonista de un drama como el vivido por Helen, que sufrió a las manos de Ámon. Vi aquella brutalidad cuando no estabas. Y te convertiste en mi heroína. Nunca había tenido una. Tuve imágenes de de ti en la cama, semidesnuda. Como si fueras un frágil Cristo que se crucifica acostado. El estoicismo con el que soportaste todos aquellos días enclaustrada en sus manos me hizo sentirte la más valiente del mundo. Con el silencio hiciste la guerra al orgullo masculino. Ganaste muchas batallas a pesar de los magullones y los huesos doloridos. Presencié cómo te vas dejando morir sin hacer nada para impedirlo. La muerte hubiera sido un trofeo por no haber dejado que se quedara con la razón.


Desde niña soñaba con tener a alguien a quien contarle sus angustias. Quería vivir en la torre, pero con un confesor al lado. Un día llegó el príncipe a rescatarla. Su belleza lo hipnotizó. Y allí en la torre vivieron felices para siempre.

Los misterios del amor es mejor dejarlos sin contestar.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Cuando te ausentas tanto


A veces me pregunto por qué volviste. Mis odios me ayudan a descubrir la respuesta, que es una conjetura más cercana a la verdad. Cuando se pasan los días sin recibir noticias, comienzo a estudiar teorías que expliquen la posibilidad de tu distancia. Una de ellas es que seas feliz y ya no necesites de mis cuidados. Pero por el contrario me aterro considerando que algo malo pueda haber sucedido… Tal vez busques vengar la injusticia que otros marcaron sobre tu piel. Cuando te ausentas tanto no noto la diferencia que pueda tener para ti con otro hombre a quienes les cortas de cuajo la confianza. Quizás lo que te ata a mí es que no demuestro cuanto sufro. Y te emperres en hacer daño para que un día ya no aguante más y me veas llorar por ti. Pero cuando vuelves todo se pasa. Es entonces cuando descubro que este sentimiento tiene el tamaño suficiente como para eclipsar a cualquiera de mis principios, ya sean las éticas o las imposibles justicias. Aunque no estoy seguro del todo, creo que vuelves por la misma razón que tengo yo para aceptar que vuelvas. Este sentimiento en ti logra abolir a todas las ideas sobre tu opuesto. Este sentimiento derrite las barricadas que viga encima de viga fue levantando tu inmerecido dolor. Y te permites sentimientos que no experimentabas hacía tanto.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Tampoco



El jacinto que planté aún no ha nacido. Para plantarlo agujereé un portalápices de ladrillo. Amén de la maceta tiene una gracia: un enano con cara de Santa Clouse exagera una expresión de intriga, doblando el índice como un anzuelo y moviéndolo hasta apoyarlo en sus labios cerrados eternamente. Tampoco germinó el ranúnculo sembrado una tarde después. Sus flores hubieran sido amarillas como tus pelos en tirabuzón y tan grandes como el sol. Tampoco florecieron los crocus multicolores: violetas, blancos, amarillos y también lilas. Estas flores murieron siendo un fetos de mi deseo, pues soñaba que por las mañanas ofrezcan un espectáculo tecnicolor para el sol. Igual que las ipomeas de mi ñinez, no he vuelto a ver un jardín tan bonito como el de la casa de Humberto Primo. Había un colibrí que se duchaba con el agua de nuestra manguera, cuando mamá salpicaba lo más alto de una medianera hecha solamente de madreselvas. Aquellos jazmines nos fueron acompañando por todas las viviendas de la Argentina. Los trasplantábamos en tierra firme de todas las casas nuevas. Y a todas las perfumaron. No recuerdo cuántos tenía si doce o trece: mi yo de Quilmes siempre está ahí en el cuadro. El cuadro está a la izquierda de los Disney que te enviaron mis primeras palabras. Mickey y Pluto siempre sonríen, allí de pie en el suspendido ático de un portallaves con forma de casa alpina. Para ellos estar ahí es estar en una perfecta cofa que vigila el estudio en vez del mar. ¿Dónde entras tú? -te preguntarás-.

A estribor me saludas desde la carabela feliz. O le tomas la instantánea a ese niño que fui.

Quise que volvieras para evitar este tipo de angustias. Y que olvidemos los caminos que anduvimos distanciados. Para que los sudores de las copulas borronearan el nombre de los sádicos que tenías tatuado sobre la piel. Para que te sientas viva de nuevo. Para llevarte lejos, y desde la otra punta del rumbo hacerte mirar atrás… Y desde allí explicarte que estando tan lejos no se puede diferenciar los caminos que anduviste. Y que puedas comenzar el olvido.



21 de octubre

domingo, 5 de diciembre de 2010

Um desalmado Yole-ley Hi-jú



5 de diciembre


Te pienso como si fueras una canción, cuya letra nos queda rondando en los pensamientos luego que nuestro corazón la deja de repetir sensacionalmente.

Desde hace 2 meses soy un suspiro. Antes pensaba que tu amor no era mío, porque nunca me amaron como me amaste tú. Y te juzgué con leyes equivocadas. El amor es una etapa que permite la lógica, pero que no permite examinarse con lógica a sí.

Hoy temo por lo peor, quizás estés tan mal como quizás tan bien como para no pensarme. Dime que fue cierta tu voz. Y que este amor que hoy yo siento eres tú sintiéndome de iguales formas a mí. No voy a caer de vuelta en tomarme el trabajo de contar para la hoja aquello que me sienta tan frío como un baldazo de agua en la nieve. Sospecho un abanico de insolencias mudas. Pero sea cual sea, es tu manera de amar. Como me sucedió hace diez años, no me importa por qué has vuelto. Otra vez aprecio cada sílaba que te oí. La princesita pareciera mirarnos a todo y todos con una expresión distinta: tu expresión de gladiadora ilusionada.

Escribirte a ti me ha hecho amarte más. Ahora que has regresado ya no me salen tan horribles las aes y las es. ¿Cómo me declararé? ¿“Quiero estar contigo toda mi vida”? ¿Con jazmines o con rosales? El segundo cuaderno se ha hecho muy largo. Comenzó intentando olvidarte y va terminando con las emociones de tu regreso. Así se cerrará otro volumen de las páginas de Lolita: el cuaderno de Macha.

¿“Ténganme paciencia”? ¿“Alguien venga a rescatarme”? ¿“Ya no quiero más consejos ni más órdenes”? ¿“Papá quiéreme más”? ¿Qué nos estás diciendo cuando te pones los dedos bajo la lengua para silbar tu trágico Ole-le-ley Yole-le-ley Yole-ley Ji-Hu? Es tu manera de llamarnos al tanto de tus sentimientos. Por ello no me preocupé demasiado cuando me contaste de la última vez. Pero sí me indignó que no pensaras en mí al momento de hacerlo. Y si pensaste: que mi recuerdo no haya tenido la suficiente fortaleza como para detenerte.

Finalmente el cansancio de esperar tu voz me ha vencido por hoy. Pero tras cada rutina que se marcha descubro que amo cada vez más esta vida de espera que a la jactanciosa compañía de la condescendencia cercana y los acomodaticios piropos que provienen de las exóticas regiones del orbe nuestro.

jueves, 2 de diciembre de 2010

De nuevo al norte



Desde unos meses atrás siempre estaba esperando que al atender la decepción me golpeara con su pesado martillo de estoicismo. Pero parece que la Providencia ha elegido este día para que ahora que nos ha tocado vivir una etapa de felicidad, no la asociemos con el pasado. Amo las cifras impares, armonizan mejor con lo misterioso. Antes de que se termine este día quiero dejar constancia, cursiva y atolondrada, de que la princesita hoy vuelve a estar en la mesa. Ella será testigo de las casualidades que irán sucediéndose entre la casa, tú y yo. Y me las recordará cuando haya pasado un tiempo y yo las haya olvidado. Los misterios con que vendrán los azares serán de tal magnitud que podré decir: Dios ha posicionado las piezas de este ajedrez desalmadamente. Y será creíble la sentencia. El crador – ya lo he apuntado-, maneja una guía para cada destino, y a veces no puede evitar ser histérico. Pues Él desea que al menos alguien note lo meticuloso que es estudiando Su plan para que cosas maravillosas sean posibles. Por eso dejo constancia aquí que la princesita es repatriada. Mi promesa fue que volvería a situarla junto a mis lápices el día que tú volvieras.

Tres de octubre, 2010

martes, 30 de noviembre de 2010

Una hectárea de geranios


Regresaste a mi vida con una colación de momentos felices igual que un alud trae consigo las vehementes onzas de la nieve durante los desprendimientos en primavera. Otra vez pienso en ti como hae un año. Así como hasta hoy necesitaba venir al cuaderno para llenar 2 o 3 cuartillas de la añoranza de ti, mezclada con las lágrimas del desahogo como la blanca crema que ensibarita al café, para que de esta manera la sentimentalosa cartarsis me permitiera continuar con mi vida por un ratito: pues ahora, vida mía, deberé venir a escribir acerca del emocionante desbordamiento de esta felicidad, tan inmensa como aquella amargura.

No encuentro las palabras justas para decir te amo sin decirlo. Y que esas otras palabras representen con la misma intensidad a las emociones que desde octubre germinan indetenidamente desde lo profundo de mi corazón, igual que germinaría una hectárea de campo poblada de geranios.





6 de octubre de 2010

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cenizas


Te odio sin odiarte, te quiero sin quererte
Mi corazón es un vacío que no me causa daño
Los frutos se secaron en las ramas del manzano.





jueves, 25 de noviembre de 2010

El muelle desde donde han zarpado las ilusiones de ti


25 de junio





Si tú eras la sombra de un mañana venidero, pues yo después de ti me he convertido en la misma lágrima de un mañana que aún no se ha creado. Un corazón partido es como la plastilina que se estruja en las manos de un gigante.

Parezco obligado a pensar en ti. Cuando algo ya no está más, nuestro corazón busca compensar esa falta amando los recuerdos que aún están vivos. Cuando noto que los meses se han pasado sin tu vuelta me apeno mucho. A veces me enfado porque tu desnudez se cuela en las fantasías que tengo con otra mujer. ¿A cuántos otros mejores habrás dejado pasar al cuarto donde alguna vez yo dormía? Para escribir me gusta el desamor más que el amor. El desamor no es otra cosa que el amor aún existiendo. Esta distancia es lo que hace insufrible al amor que aún vive. Después de pasar una semana experimentando un extraño alivio que flotaba en una eclipsada Oceanía de esperanzas, pues los primeros meses de este desamor han sido los peores.

Cuando te olía escuchaba el mar yendo y viniendo en mareas alteradas. Me acuerdo cuando oí tus primeros te quiero: aunque me hacían feliz yo sentía como si me llevara la corriente del Tormes y estuviera pasando por un punto del río donde la falta de profundidad me hacía correr el riesgo de encallonar.

Sólo te quiero a ti. Ningún nombre que lleva como consonante capital a la eme ha tenido éxito al buscar destronarte de mi corazón.

Gracias al recreo que me permití del tabaco, hoy las eyaculaciones son más viriles. Pero a su vez cuánto más vacías las siento que en aquellos cuatro meses donde Dios coronó con un arcoíris a todos los horizontes de mi vida. Si mis escritos te hicieran sentir alguna culpa no les des importancia. Quiero que vuelvas sólo si me amas. Conocer de nuevo tus elogios simplificados. Que me desprecies como antaño, hacerte feliz con el sacrificio de mi hombría. Amarte así como eres. “Soy la sombra de un mañana venidero…”

Como todos los cuentos dignos para leerse, éste comienza con un ella.

Sinceramente los albañiles -que hablan sobre la terraza de la Ballester-, no me permiten recordar bien. Comienzo a extrañarte cuando escribo mis páginas y sé que nadie las leerá. Pero aunque no sé exactamente cuándo, luego de despertar me puse a pensar en ti:

Eres los versos insustanciales que pueden leerse en las páginas de un apasionado poemario cuyos miligramos flotan insistentemente en la fallida constante cosmológica del limbiótico orbe que se achucha a sí mismo en una expansiva dimensión cuyo cambiante paradero se cita en este atardecer asolado en el cual se fustigan los cientos de recuerdos tuyos y los utópicos muelles desde donde han zarpado las ilusiones de ti.

Cima sobre nosotros


En Camboya los vietnamitas amputaron todos los bracitos vacunados en contra del tifus. Había un montón de bracitos. Así los días amputaron las alas de mi corazón. La vida es un gran ajedrecista: si esto es un juego que se trata de vencer o ser vencido, pues entonces el desamor es el fulminante jaque mate con el que la vida hace cima sobre nosotros. Con las distintas pesadumbres la vida nos va contando que llegamos a poner pies en la Tierra para convertir en mesurado un espíritu que se altera.



Al principio esperé tu llamada hasta las ocho y media todos los días. Y aunque hoy nada me hizo sospechar que llamarías hasta hace un ratito he reincidido en mi espera. ¿Para qué voy a volver? Aunque un silencio tuyo tape con agua el océano y con tierra un continente: ¿para qué regresar a ti? Ojalá con agua dulce el pasado se lavara, así yo como los peces de mi Tormes en los ríos me bañara.



31 de mayo [a menos cuarto de las nueve]

Atardecer

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Nostalgia de ti


Un cielo seminublado espiraliza caballos esponjosos. Bajo ellos antenas parabólicas, tiernos respiraderos y las chimeneas adorables rellenan la terraza de un edificio peticito: las románticas características de Salamanca colaboran para que esta melancolía de ti jamás se apague. Pobre de ti si esperas que escriba como Cortázar –insignificante meloso con gigantismo en las manos-, sus líneas son tan simplistas. Como lo hacía Benedetti, pues Cortázar utilizó palabras muy blandas como para eternizar sentimientos de tanta hondura como el amor o la muerte. “Bichita” o “vómito de arena”, son tan facilongos como pueden serlo los te quiero de un desesperado por el sexo. Ya no recuerdo tu número entero. Ni espero con la ansiedad de antes a que lleguen los días dos. Sólo me acuerdo con cuánta expectación era de esperarlos mientras te hablaba para darte un regalo o para no decirte nada. Incluso muchos meses dentro del no tenerte los controlé para ver si te animabas a volver en un día especial. En todo este tiempo te extrañé más cuanto menos te escribía. Cuando sean las 9 de la mañana, habrá hecho un año del día en que te conocí. Nunca podré decir que es como tenerte viviendo aquí, en la casa de Los Nogales. Sin embargo cada vez que te lloro, cada vez que quiero contarte algo, sé que en este cuaderno voy a encontrar tus charlas y tus besos. Hace tiempo que quería contarte una cosa de cuando regresaste de Almería: volviste un jueves, y entre viernes, sábado y domigo… Entiendo que a todos nos contagias tu tristeza y tu fe. Pero conmigo eres más de contagiar cosas lindas. Es algo muy interesante cómo es que Dios –en su inexplicable red de sucesos–, se hace rogar para que coincidan el don con el que nos diferencia al nacer y las oportunidades que iremos teniendo a lo largo de la vida para poder contentar dicha virtud.


septiembre 2010

sábado, 13 de noviembre de 2010

Dos meses sin el ti



Comencé a demandarle cada día más amor porque sentía que solamente le era útil. O que a pesar de nuestras retorcidas distancias jamás me lamentó con la vehemencia que hubiera puesto en llorar a otra pérdida. Y ahora: el silencio me afecta tanto como los sonidos que antes me arrebataban el soñar con ella. Odio el lamentoso maullido de Valentina, quien para no fastidiarme el respeto enmudece después de su tercer miau, como si hubiera oído los apuntes que caen en este cuaderno cual si fuera las fichas del despeinado tetris que va edificando mi nuevo descorazón. Don´t Be Denie. Ahora se puede decir que Young me hace lloriquear el doble de lo que me hacía llorar antes de perderla. Ahora los hechos prueban que la esperanza de que alguna vez llegara a amarme han sido un vaporoso espejismo, que a inevitables posteriores se fue haciendo más y más grande, pero también cuanto más destructivo sería a la larga, conforme el terquísimo avance de las semanas inclementes me dio una larga lista de sus te quiero, que estaban debilitados por el nefasto peso de su último amor inombrable. Todas las esperanzas de que volvamos a hablarnos –curiosamente volver a vernos- las deslicé en un sobre color madera, que partió para la estudiosa ciudad hoy a la tarde. Una vez que se fue el mediodía, extrañamente me acompañó una estólida necesidad de encender cigarrillos: aniquilar la elongada abstinencia en el mismo segundo que el encendido despide ese perfume a madera de pino ardiendo. Me desperté dos meses echándola de menos. Desde que la escuché por última vez, el calendario de plástico ha dejado que se corra el mes muchos días. Y así contemplamos la partida de las inmensas oportunidades que tenemos para ser felices: pues lo único que quería era ir hasta ella para suplicarle que volviera a mí. Ahora las epístolas ya no se encabezarán con su lores. Pero mientras duraron aquellos autocompasivos e infinitos entonces yo estaba demasiado irritado como para aprovechar sus respuestas para escribirle una contestación agradable. Y si hemos hecho lo que debíamos ¿entonces por qué será que a la par que el año avanza en dirección a la primavera inexorable, sentimos estos dolorosos arrebatos de lamento cada día que se pasa con más intensidad y más frecuencia?










sábado, 6 de noviembre de 2010

Ni un te quiero ni un te extraño



























La campanilla al alba se abre en flor
Y al alba por venir se ha marchitado
Y en aquella prolongación resurrectora
Ni un te quiero ni un te extraño

Una semana de incerteza ha construido
Castillos transparentes levantados hasta el cielo…
Y en un segundo desaparecen
Sin dejar cimiento alguno

Ni un te quiero ni un te extraño.