El jacinto que planté aún no ha nacido. Para plantarlo agujereé un portalápices de ladrillo. Amén de la maceta tiene una gracia: un enano con cara de Santa Clouse exagera una expresión de intriga, doblando el índice como un anzuelo y moviéndolo hasta apoyarlo en sus labios cerrados eternamente. Tampoco germinó el ranúnculo sembrado una tarde después. Sus flores hubieran sido amarillas como tus pelos en tirabuzón y tan grandes como el sol. Tampoco florecieron los crocus multicolores: violetas, blancos, amarillos y también lilas. Estas flores murieron siendo un fetos de mi deseo, pues soñaba que por las mañanas ofrezcan un espectáculo tecnicolor para el sol. Igual que las ipomeas de mi ñinez, no he vuelto a ver un jardín tan bonito como el de la casa de Humberto Primo. Había un colibrí que se duchaba con el agua de nuestra manguera, cuando mamá salpicaba lo más alto de una medianera hecha solamente de madreselvas. Aquellos jazmines nos fueron acompañando por todas las viviendas de la Argentina. Los trasplantábamos en tierra firme de todas las casas nuevas. Y a todas las perfumaron. No recuerdo cuántos tenía si doce o trece: mi yo de Quilmes siempre está ahí en el cuadro. El cuadro está a la izquierda de los Disney que te enviaron mis primeras palabras. Mickey y Pluto siempre sonríen, allí de pie en el suspendido ático de un portallaves con forma de casa alpina. Para ellos estar ahí es estar en una perfecta cofa que vigila el estudio en vez del mar. ¿Dónde entras tú? -te preguntarás-.
A estribor me saludas desde la carabela feliz. O le tomas la instantánea a ese niño que fui.
Quise que volvieras para evitar este tipo de angustias. Y que olvidemos los caminos que anduvimos distanciados. Para que los sudores de las copulas borronearan el nombre de los sádicos que tenías tatuado sobre la piel. Para que te sientas viva de nuevo. Para llevarte lejos, y desde la otra punta del rumbo hacerte mirar atrás… Y desde allí explicarte que estando tan lejos no se puede diferenciar los caminos que anduviste. Y que puedas comenzar el olvido.
21 de octubre
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