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jueves, 3 de junio de 2010

Eterna sombra








En los techos de casa todos los ángulos tienen tu sombra, y todas ellas se desparraman sobre una viga escayolada al estilo romano.

Quizás ahora llegue a tener el corazón lo suficientemente endurecido como para convertirme en uno como aquellos dos. Te he llorado mucho, pero el cuantioso brillo que reverberaron mis lágrimas, las ventanas que se espejaron minúsculamente en ellas, el gelequitoso rastreo que dejó el llanto por mis mejillas, nada de eso te trajo de vuelta a mí. Si el desamor sea un aprendizaje dividido en etapas, pues esta vez llegué a una en donde desahogarme es lo que más necesito. Y será la primera vez que mi amor me inspira nobleza antes que despecho: pero si ya quieres a otro el consuelo que sentiría al saber que alguien
está cuidándote, superará al gigante dolor que me ha causado tu partida.

Si bien soy de extrañarte siempre, suelo extrañarte más cuando me indigno por algo. Como si ya no tuviera esa contención que me causaba tu absorvencia. Y si bien siempre te escribo a ti, te echo de menos más cuando estoy terminando las frases, pues aunque jamás me felicitabas había veces que te las leía. Hoy me doy cuenta que si bien siempre estuvimos le
jos, 200 kilómetros no son nada…

La verdadera distancia no se acaba de recorrer en un siglo. Pues nunca existieron caminos entre dos que no se amaron. Mientras me quieras siempre estaremos juntos… pues siempre seguiré estando.





2 de abril
(Atardecer)

viernes, 29 de enero de 2010

El Silencio de los Corderos

El Silencio de los Corderos











Mis antepasados van muriendo
de a un segundo cada instante
que se marcha.

Continuaré acurrucándome
en los dallarianos opus
que abanicaron a mis apuntes
con ráfagas de cierta intelectualidad
honorífica.

Sólo tu nombre ocupa los tiempos
del corazón polvoroso.
Y no pronunciarte es el gusto
de una etérea eyaculación
que no se obtuvo en carne.
Sin embargo desde nuestro abrazo
lo hemos hecho tantas veces.
Pero ni siquiera el escribirte aplaca un poco
la sediciosa codicia de tu piel tostada.

Y deseoso sigo esperando a la campanilla
con el tono del fontanero.

Inyectado en tus adentros
-por la osmosis del temor y la violencia-,
el revólver cargado asesina a cada linfocito
de tu autoestima.
¡Lástima que yo no pueda
extirparlo en un quirófano!
El jugo de los cobardes
empaña la nitidez de tu mirar
-aunque haya pasado más de un lustro-;
En próximas existencias
se propagarán los males
sufridos en el hoy por hoy.






La máscara de los corderos
es el sustantivo crucial que simboliza
la impía esencia de aquel sádico.
Con el esfume de los años aquella careta herrada
Se ha convertido en un Roddin impío
Que desintegra a golpes de cincel
las últimas cervicales de tu espalda,
ulteriormente tatuada con el triskelion celta
-Cuyas enruladas falangitas no me atreví a acariciar-.







Degüello
12 de diciembre