

Vi cómo el delirio gobernaba el sueño mío
cuando desperté y corrí para escucharte.
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada
Y de a una lágrima fui juntando mi fortuna.
De golpe se vació la bóveda sin remiendo,
sin tus tiernos llantos ni torpes rebeldías:
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada
Y almacené una mar de esperas infinitas.
Quise escapar de mis haberes enfermizos
así fui atontado forastero en varias tierras
Leí la más triste colección de viajes a mi río
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.
Me capitalicé en la nada: La vida volvió a ser
un áspero vacío que atravesaba mi substancia
Me hice rico en los socorros de las letras
Di con el tesoro de los ay, de los suspiros…
Y de una lágrima similar que en el destierro.
Al irte tú me capitalicé en la nada.
Llené cofres y cofres con un corazón aniquilado
El orgullo trabó con fría llave el candado memorioso
Lo enterré todo en un universo anidado por tus caras
Al irte tú me capitalicé en la nada.
Tocó fondo la más honda pesadumbre de mis días
Naufragó la carabela sobre el Ártico de un rencor filoso:
Cada día boté al mar una esperanza diferente
-Hasta que un día se vaciaron las bodegas-;
Y amanecí falto de todas las raciones
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.
Apilé tus caras en las tierras de Salem
-tus palabras, tus elogios, tus maldades-.
Y se formó una hoguera incombustible
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.
Fui terrateniente de una atrocidad de soledades
Al regresar la primavera revisé lo recogido en aquel peregrinaje
Hice un gran acervo de impertinentes insomnios extrañados;
Me dediqué a juntar cada trocito de mi alma disgregada…
Y apilé un Himalaya de vacíos.
En una lluvia de quejidos despilfarré grotescamente
racimados millones en maravedíes de mi lástima
Así floté sin arca en un diluvio de aflicciones
Y colonicé un continente de aislamientos.
Limpié cada recodo de una mansión de contratiempos;
Con mi última moneda compré un harén de adversidades;
Cedí a Dios el engreído numerario de mi suerte;
para leer a cada paso una Biblia de consuelos.
Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.
Degüello 11 de septiembre
4 de octubre de 2010, Siete menos cuarto de la mañana (Casi un día después)
Tiene el tamaño del corta-uñas. Un duendecito con el bonete rojo apoya una mano sobre el cristal de la mesa para hacer una pirueta rapera. La lechuza de barro cocido nos nutre haciendo el exhibicionismo de sus plumas inmóviles. Y junto a ella el velamen inflado como un gato con botas rechonchísimo: la carabela sigue sonriendo hacia el este con viento en popa. Aunque Katsumoto nos ha dejado, mi yo de la 23 se lavó la cara y después le puso gomina a cada rinconcito del cuadro donde él está. Como sobre un apoyabrazos rimbombante, la repatriada princesita reposa la mano encima de una falda tan inflada como las velas. Las Stationary se apilan entre todo esto, como si fueran habanos de diferentes colores; o los ramones de un científico loco que usó para calentar la caldera de un locomotora obsoleta. Allá arriba, Mickey y Pluto parecieran más luminosos, brillan como las algas que colocó Giovanni en el mundo de las profundidades donde vivió tanto tiempo el buzo. Y el opulento gato de porcelana se broncea la axila con la luz de 75 watts.
Y toda este celebridad es por ti.