miércoles, 20 de octubre de 2010

Me capitalicé en la nada













































Vi cómo el delirio gobernaba el sueño mío

cuando desperté y corrí para escucharte.

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada

Y de a una lágrima fui juntando mi fortuna.



De golpe se vació la bóveda sin remiendo,

sin tus tiernos llantos ni torpes rebeldías:

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada

Y almacené una mar de esperas infinitas.



Quise escapar de mis haberes enfermizos

así fui atontado forastero en varias tierras

Leí la más triste colección de viajes a mi río

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.



Me capitalicé en la nada: La vida volvió a ser

un áspero vacío que atravesaba mi substancia

Me hice rico en los socorros de las letras

Di con el tesoro de los ay, de los suspiros…

Y de una lágrima similar que en el destierro.



Al irte tú me capitalicé en la nada.





Llené cofres y cofres con un corazón aniquilado

El orgullo trabó con fría llave el candado memorioso

Lo enterré todo en un universo anidado por tus caras



Al irte tú me capitalicé en la nada.



Tocó fondo la más honda pesadumbre de mis días

Naufragó la carabela sobre el Ártico de un rencor filoso:

Cada día boté al mar una esperanza diferente

-Hasta que un día se vaciaron las bodegas-;

Y amanecí falto de todas las raciones

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.



Apilé tus caras en las tierras de Salem

-tus palabras, tus elogios, tus maldades-.

Y se formó una hoguera incombustible

Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.



Fui terrateniente de una atrocidad de soledades

Al regresar la primavera revisé lo recogido en aquel peregrinaje

Hice un gran acervo de impertinentes insomnios extrañados;

Me dediqué a juntar cada trocito de mi alma disgregada…

Y apilé un Himalaya de vacíos.



En una lluvia de quejidos despilfarré grotescamente

racimados millones en maravedíes de mi lástima

Así floté sin arca en un diluvio de aflicciones

Y colonicé un continente de aislamientos.

Limpié cada recodo de una mansión de contratiempos;

Con mi última moneda compré un harén de adversidades;

Cedí a Dios el engreído numerario de mi suerte;

para leer a cada paso una Biblia de consuelos.



Cuando te fuiste me capitalicé en la nada.























































Degüello 11 de septiembre































































































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