sábado, 2 de octubre de 2010

San Jordi



El cuarto 24 sin ti











El portarretratos vacío parece tener la foto de la muerte. En él hubieras estado para siempre tú. Ha comenzado el día y ya estoy sintiendo toda tu ausencia en él. Hoy me he despertado con un sarpullido de ti. Me dormí escribiendo un libro con la intención de evitarte. Sin embargo, cuando desperté, luego de algunas vueltas y algunos rayos de sol colado por la ventana, arremetiste en contra de mis planes con tu ímpetu característico. Hasta tus impertinencias eran así de violentas, tus desplantes… tu posesión caprichosa. Casi casi te envío algo para regalarte en tu cumpleaños, pero sí así lo hiciera estaría desperdiciando la oportunidad de pasar en limpio cosas que son tildadas de tristes pero en su magnificencia bellísimas: pues aún no he tipografiado todo el cuaderno de Macha entero.













La Incredible string band, desde hace unas semanas que hechiza las esquinas del quinto B. Quizás nunca lo sepas: ¿Estas ganas de llorar son un sinónimo de una pena que nada puede tapar? O quizás del estrés que me ha causado el multifacético recuerdo de tus expresiones, que se empecinan en corretear por los pasillos de un laberinto iridiscente, como si fueran miles y miles de Teseos intentando controlar al único minotauro que soy yo.









El silencio de la casa colabora con la escritura de esta medianoche, para que finalmente algunas de tus miles de caras desaparezcan. Secretamente la inmensidad de esta historia han cultivado dentro de mí el infinito sembrado de tus vicisitudes.









No quiero sentir envidia por aquéllos que están cerca tuyo: Hoy es una tarde “perfecta, perfecta” -como diría Bejamin Martin-, para escribir: de tantos silencios se escucha la pava queriendo hervir a una habitación de distancia. Un resplandor total inspira la melancolía necesaria como para curar un corazón roto. Una mujer hacendosa sacude por la tanguera ventana las migas de los manteles y de las sábanas sus pendejos, que se desprenden del grupo familiar igual que las hojas se caen de los bonsái cuando la inoportuna cochinilla los debilita.









Por todos esos detalles que aquí yo cuento, esta tarde es perfecta para escribir. Pero esta tarde aún es más especial que las otras para escribir, pues tiene un secreto más: No estás tu.













Primero de mayo









Servían para que considera su herida. Era como una pitufina. La tercera vez que la vi fue maravilloso: me daba la impresión de estar contemplando algo terriblemente bello, pero a su vez la magnitud de su hermosura era la misma que la magnitud del peligro que corría mi corazón si la seguía queriendo. Era un espectáculo caótico. Ver la que caminaba y hasta respirando era como estar en prcencia de la resplandeciente crisis que sufre una inflada gigante roja cuando colapsa en supernova.




















El itinerario de tus recuerdos




2 de octubre

Hoy se escucha una flauta barroca de Telemann. Pero es el arpa la que sostiene a todo el opus sobre sus extraños arpegios, para que no se cuele un segundo de silencio en toda la sinfonía. El paso de los días le va sumando sueños al itinerario de los recuerdos de ti. Ellos compensan un poco las amarguras del que no estés. Develan los sentimientos de amor que has tenido, y que yo no he sabido interpretar. Tras tus orgullos, desplantes y nececedades, siempre hubo un gran cariño que te ató a mí. El sueño de hoy era confuso: nos vestíamos como indúes y nos buscábamos por una capital ya oscura en la madrugada. Como no sabías la letra de mi piso dejabas invitaciones en todos los buzones del edificio.

La verdad es que aún te extraño. Llegó mi hora para extrañar. Y no exagero: te agradezco tanto el paso por esta vida mía. Puesto que he vivido las sensaciones de desamor más intensas. Pero aún deseo con continua vehemencia que algún día nos veamos de nuevo. Podría enviarte e-mails, ¡pero desvirtúan tanto al cariño! Son poco valientes. No reflejan la magnitud de mi amor.


sábado, 25 de septiembre de 2010

Seguir enamorado



¿Cuántas hojas van ya? Completadas reglón tras renglón con enrulados encefalogramas cursivos, a lo largo de tantos meses, embelleciendo así la amargura del no tenerte. Desde enero hasta septiembre hubo días en que sentí que estas letritas le fueran haciendo un pellizco tras otro un bonito repulgue a este dolor inmensamente profundo. Pero, ¿para qué preguntar?, si no hay pregunta que origine tu regreso. Si alguna vez volvieras para despertarme por las mañanas, preferiré no saber si otros hombres –con su armamento de consolaciones y elogios- vencieron la barricada de tus dolidos principios, y te brindaron el alivio del sexo. Pues a pesar de que no he visto tu piel en 8 meses, confirmar que en ese tiempo te probaron mientras yo te esperaba seguiría significando un golpe tan tremendo como el primer día en que te amé.

Comencé esos días pensando porqué no me escribiste. Poco a poco la indignación se iba convirtiendo en un sentimiento de impotencia que clamaba por la justicia de un llamado. Aunque en él no hubiera nada. Y así el porqué no me has llamado cambió sus letras hasta que se convirtió en porqué me has hecho esto. El porqué me has hecho esto transforma un poco más su naturaleza tácita y ahora te acusa en un porqué me abandonaste. El hilo de mi trauma avanza hasta una foto de anteayer en la que un puño arremetió a mi alma causando el sonido de una cachetada iracunda. Pues unas letras bajo los nudillos dieron a entender que ella se ha convencido de que no hay amor en su corazón de infante. Pensar que me has amado es todavía más doloroso. Pues aunque te he amado nunca me animé a escribirte. En el secreto guardado por mucho tiempo se desperdician los amores que son más nobles.

Ya no importa que tardes un mes en contestar mis testarudas epístolas, aunque los me duelan desde dentro cuando demoras. No voy a corregirte más cielo. Pues antes que nada te quiero a ti. [Vuelve]. Me equivoqué tanto. [Vuelve]. Entendí que no hay definiciones cabales para este vínculo. Ni nadie habrá como tú. Es muy pronto para prometerte nada. Y no puedo darte más de lo que te di hasta ahora. Ello quizás fue la causa por la que no te busqué: quería volver pero siendo uno mejor. Aunque estés lejos, hace mucho que te siento encerrada aquí. Y no sé por qué tengo la seguridad de que no amaste a otro. ¡¿Qué importan los principios éticos o metafísicos?! Si yo te quería a ti. Los pensamientos positivos nada más son un comienzo en el camino del alma que busca paz. Podría llenar esta hoja con miles de teextraño. Y si acaso eres como yo dudarás de que estén escritos para ti. Aún si una coma y un Lolita los acompañen. Quiero tu inmediatez en mí. Comprendí tus puntos suspensivos demasiado tarde, cuando ya no me quedaba una posibilidad de que quisieras que te quiera.

No entiendo cómo fue que sucedió, tampoco si hubo terceros responsables. Pero lo cierto es que hubo días en que me desperté sin extrañarte. A veces la paz se estira hasta un momento del mediodía. Eso sucede si generalmente te escribo extenso. Pero a la larga o a la corta he de regresar al papel para que el dolor se amolde mejor a mi vida. Quizás me haya ayudado la foto que vi anteayer. Tampoco hay forma de que lo sepa. Pero lo que sí sé es que al interpretar que mis cartas te decepcionaron, pues no le veo sentido a seguir sosteniendo esta ilusión de ti. El amor es eso: una ilusión. Como bien vos decías. Sin embargo hoy soy de admitir que no es una ilusión cualquiera. Sino que entre todas las ilusiones que un hombre o una mujer puedan permitirse tener en esta vida, el amor es la mejor.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Año


Cuando sean las 9 habrá pasado un año del día en que te conocí.


Poco a pooco las nubes de nieve han ido formándose cada vez más esparcidamente. Con días de calor se fue completando los vacíos del clima invernal, conforme marzo se consolidaba en los cielos. Los almendros anticiparon su florecer al 21. Y crecieron nuevos cardúmenes de truchas, poblando todas las orillas del Tormes. Los ciudadanos se quedaban más en casa, a fin de resguardecerse de las insolaciones desparramadas por cada esquina. Algunos no soportaron el claustro mucho. Y pescaron un afiebrado resfrío de sol cuando visitaron Aldeatejada. De la misma manera que la continuidad del grisáceo frío se fue transformando en un calor monárquico, pues así progresivamente se fue deshaciendo de los traumáticos espinos que crecieron alrededor de los crisantelmos. De la hierba mala que asfixió todas las madreselvas de su jardín. Un centenar de abrojos humillaban la hermosura de los afamados jazmines.


Igual que las estaciones cambian pausada aunque imparablemente los ceremoniosos cielos de la Tierra, así fue quitando las amargas rudas de su jardín, para que los pimpollos de ipomea despidan su aroma a nepente de nuevo. Poéticamente arrancó los ramales marchitos que antes habían dado rosas, sufriendo las espinas que compitieron entre ellas para clavarse en sus poros.

Al ritmo y al tiempo que las estaciones cambiaron, el terreno ha quedado listo para los nuevos ikebanas, y aguarda a que el viento traiga las perennes semillas de otros rosales.

miércoles, 28 de julio de 2010

Unas líneas para ti


Icé la bandera de la hombría
"la energía de un tiempo sin ti"
falsas corazonadas esposaron
mi mano al lápiz con un grillete
liviano.


Cambió la esperanza arrebatada
su nombre a decepción cuando
el torrente de las aguas dolorosas
fluyó sobre otro cause en dirección
al silencio.

El grial se escondía en otro puerto
Tintas tangueras, auxilio al desterrado
Corazón destrozado, sabiduría magna
Tintas deleznables, ya no atormentan
más.

Pasaron los meses que siguieron
como un acantilado soportando
las olas de su propia mar hermosa
El resultado de los días son falsos
“Me di cuenta”

Tiempo hace del llanto
nepente acomodaticio
para las cargas del alma
El Roc hoy se compone
pluma a pluma.


jueves, 3 de junio de 2010

Requiem (Día uno)

31 de diciembre de 2009
Katsumoto: regado






Antes de las hojas de ella, apartó unos minutos para endilgar adjetivos en alguna cosita casera que se movía hoy: por ejemplo el gato que le había comprado para Sicilia, redondo como los muñecos que arman los chicos al otro día de las nevadas.




Los Mickey y Pluto -cuatro meses atrás- colaboraban con su testimonial granito de arena para que fuera posible este meloso cuento de amor. Es la tercera vez que un sábado se oscurece sin que su voz le llegue, susurrante como caramelo fundido sobre la resbaladiza cáscara roja beteándose entre los amarillos bengala de una manzana Deliciosas. Y así, por tercer sábado, él compensó esta llagada distancia escribiendo una epístola a grafito de oscuridad 2B.



Dieciocho de marzo
Mediodía



Ella no respondía: ese silencio sembró una gran desazón en su alma ya hace un tiempo degollada. El silencio le hacía dudar si acaso lo que estaba haciendo serviría a la causa del regreso anhelado, tal como el servicio del samurai contribuía a la causa del emperador. Buscó en su corazón la verdadera razón de ese fracaso: allí se encontró familiares cercanos y también casi políticos, los cuales se le instalaron en el alma sustancial, como si se tratara de fantasmas en un pueblo del viejo oeste. Los espectros se sentaron a ordenar papeletas en las luminosos ayuntamientos que había encajonado en la subconciencia, y desde una posición de poder transgiversaron la papelerina corriente de la burocracia que había en los archiveros de su memoria. Y así le infectaron el aura con un color que hasta desagradó a sus padre. Ellos actuaron en la consecuencia del ánimo que les produjo. Y luego de entender esto, al final De aceptó que su perezosa manera de pensar fue responsable de aquellos livianos insestos.

Una envidia caliente se enlazó a los poemas de calvario.








22 de marzo

En un futuro casi ella tuvo entre las manos los las hojas manchadas. Pero se sintió afortunada: en los renglones se evidenciaba a un hombre cansado, intranquilo y desesperado: pasaron los meses pero por aquellos lares no se supo el paradero de su corazón, ni siquiera el tuvo el valor de enviar noticias a través del erótico emisario de su puño y letra.

Hubo una mañana en que De derramó sus lágrimas sobre un cuento de Papini. Aquel sollozo comprimido se estiró hasta la misma tarde, cuando desganadamente le tomó fotos a una primavera que desde unos días atrás ya florecía sobre todo lo salmantino, intentando que la acción le haga postergar el lacivo recuerdo de sus cabellos serpentinados.

Seis día atrás, el alegre fontanero hizo sonar al Siemens, pero después de cuatro holas seguidos, el silencio cortó. La emoción no se pudo esconder atrás de la austeridad fingida: en cada sílaba se le escapó una vibración temblorosa puesto que presentían su aliento respirando allende una castilla que recientemente desperezaba de la siesta.




Eterna sombra








En los techos de casa todos los ángulos tienen tu sombra, y todas ellas se desparraman sobre una viga escayolada al estilo romano.

Quizás ahora llegue a tener el corazón lo suficientemente endurecido como para convertirme en uno como aquellos dos. Te he llorado mucho, pero el cuantioso brillo que reverberaron mis lágrimas, las ventanas que se espejaron minúsculamente en ellas, el gelequitoso rastreo que dejó el llanto por mis mejillas, nada de eso te trajo de vuelta a mí. Si el desamor sea un aprendizaje dividido en etapas, pues esta vez llegué a una en donde desahogarme es lo que más necesito. Y será la primera vez que mi amor me inspira nobleza antes que despecho: pero si ya quieres a otro el consuelo que sentiría al saber que alguien
está cuidándote, superará al gigante dolor que me ha causado tu partida.

Si bien soy de extrañarte siempre, suelo extrañarte más cuando me indigno por algo. Como si ya no tuviera esa contención que me causaba tu absorvencia. Y si bien siempre te escribo a ti, te echo de menos más cuando estoy terminando las frases, pues aunque jamás me felicitabas había veces que te las leía. Hoy me doy cuenta que si bien siempre estuvimos le
jos, 200 kilómetros no son nada…

La verdadera distancia no se acaba de recorrer en un siglo. Pues nunca existieron caminos entre dos que no se amaron. Mientras me quieras siempre estaremos juntos… pues siempre seguiré estando.





2 de abril
(Atardecer)

martes, 1 de junio de 2010

Fundamentos




Muchas veces el fracaso
es una simple señal
de que estamos abusando
de los bienes entregados,
sin antes haber cumplido
la contraparte del trato.

La vida nos da y nos quita,
pero se lleva más que lo dado
si nos quedamos sentados
esperando una tormenta
donde nos lluevan milagros.

Pues aunque el milagro existe
al nacer queda firmado
que los dones obsequiados
se deberán trabajar
como el acero templado
que luego sesga el trigal:

Genio, intelecto y bondad;
son el capital que adquiere:
pan, salud, paz y trabajo
-Si bien ejercido está-.

“Dios”: Bien se llamó

-A este mercado-.






1 de junio













sábado, 29 de mayo de 2010

Caminos con corazón

Lunes, 28 de enero, 1963

‑Si completas con bien el segundo paso ‑dijo don Juan‑, sólo podré enseñarte otro paso más. Al ir aprendiendo so­bre la yerba del diablo me di cuenta de que no era para mí, y ya no adelanté más en su camino.

‑¿Qué le hizo decidir en contra de ello, don Juan?

‑La yerba del diablo estuvo a punto de matarme todas las veces que traté de usarla. Una vez me fue tan mal que me di por acabado. Y sin embargo, yo habría podido evitar todo ese dolor.

‑¿Cómo? ¿Hay alguna manera especial de evitar el dolor?

‑Sí, hay una manera.

‑¿Es una fórmula, o un procedimiento, o qué?

‑Es una manera de agarrarse a las cosas. Por ejemplo, cuando yo estaba aprendiendo sobre la yerba del diablo, era demasiado ansioso. Me agarraba a las cosas de la misma manera que los niños agarran dulces. La yerba del diablo es sólo un camino entre cantidades de caminos. Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada. Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo y de ambición. Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta. Es una pregunta que sólo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor me habló de ella una vez cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado vigorosa para que yo la entendiera, Ahora sí la entiendo. Te diré cuál es: ¿tiene corazón este camino? Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna par­te. Son caminos que van por el matorral. Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte. Ahora tiene sentido la pregunta de mi benefactor, ¿Tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no.
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De Las Enseñanzas de Don Juan

martes, 11 de mayo de 2010

marzo (fecha la ignoro)


El olor a las caracolas


13 de marzo
Mediodía

El retrato del cocker todavía está en el atril, pues en sus rasgos carbónicos se presiente que falta algo por esbozar: quizás más desparramadas de la heterogénea garafiteada, para que el dibujo adquiera una profundidad más homogénea, pues a como está ahora hay mucha tonalidad en los ojos y en las puntas de las orejas, pero los mirada que lo recorra puntillosamente, podrá decir del perro que es un bosque sinuoso de andar. Fallaron los retoques del 8B para que la camuflada punta de la trompa adquiriera un expresivo relieve. Posicionado en una postura alzada, sus ojos vigilan cada rincón de la habitación, como si se tratase de una Gioconda infinitamente tristona.

El mate y el humo del agua a punto que jamás permito hervir, las burbujas que salen a flote cuando cebo, como si fueran aplastadas burbujas hidrógeno y de oxígeno emergiendo en las jacuzzi de lodo oriental... Todo ha vuelto a ser igual que antes. Aunque con diferencias importantes. Yo no ando como antes escarbando en mi memoria, en la búsqueda de una experiencia digna para escribir, de un tema menos mediocre que mi mediocridad. Ahora sé que apenas me siento, tengo la muchísima madeja de su leyenda para desovillar.

Aún sigues siendo lo más importante en mi vida. Me diste historia.









Macha solía elegir trabajos donde el 99 sobre 100 de los puestos estuvieran ocupados por hombres. Una mujer tan hermosa moviendo maquinarias de construcción. Resaltaba como un Dalí exibiéndose entre monettes. Pero tenía una razón: Macha sentía que implantaba justicia, primero dejando que se enamoren perdidamente pero luego impidiendo que la tocaran. Me duele tanto que no esté aquí. Sólo consideré a una persona para contarle que Macha se marchó. Sus argumentos me afirman que no volverá, pero me consuelo pensando que no lo ha analizado todo.

Lo que me apasionaba de ella era que todos querían tenerla.

Cuela un sentido especial: como si hubiéramos hecho las paces, como si nos lo hubiéramos perdonado todo, como si estos dos meses sin ella no hubieran existido, como si de repente nuestro enamoramiento se hubiera remontado en un barrilete que vuela por los cielos del tiempo, y llegara hasta antes de aqulla noche en que me habló de un tatuador semiartístico.



17 y 18 de marzo



Aquí estoy para escribirle, para resumir en dos o tres oraciones el pomposo amor inquebrantable que siento y que seguiré sintiendo, conforme el anochecer avance y Salamanca se vaya desprendiendo de sus colores vivos, para al fin regarse con el alumbrado municipal.

A pesar de que en dos meses larguísimos no he marcado su número, pues en tanto tiempo hemos conversado miles de veces más. Y así presiento certeramente que tu voz quiere estar próxima…

A veces estoy a punto de dar el adiós definitivo a los cuadernos titulados con un Macha indeleble. Pero aún deseo que se escriban poemas cuyas estrofas se suiciden en un solo adjetivo que haga un silábico juego con su lores. Quisiera contar su historia tan rimada como en la Eneida, para que así ya no duela tanto el recuerdo de sus tragedias, que desde los 6 añitos la venían siguiendo una tras otra, como si con aquel pecado que perpetró su madre se hubiera encendido la mecha de un holocausto, y a su paso avanzaba por su vida, demoliendo un sueño tras otro como si fueran cayentes fichas de un efecto tequila.

Los días no apagan el pensamiento de ti. ¿Cuánto más fuerte deberé gritar -a los vientos de los montes salmantinos- que a pesar de todo te amo y que mi grito llegare a Alcalá?

Algunos días soy de releer lo escrito hasta el momento, y se me da por compararnos con la amada Erguida con Puño y Jonh Dombar, quien comenzó a endulzar sus estoicos apuntes militares compartiendo con su homérico diario el secreto de su amor, y por él confesando el despertar de su espíritu indio.

Con las reiteradas leídas, los suelos americanos viajaron hasta el Japón de más o menos la misma época, y el diario del teniente ascendió hasta ser las anotaciones de un capitán, el capitán Alegran, quien como su antecesor Dombar, cuya alma se ve tan influenciada por la convivencia que poco a poco se va convirtiendo en un siux más, pues así este capitán yanqui se va haciendo devoto samurai, y en su diario pasan los días de sus admiraciones por la cultura de la aldea, donde Alegran es prisionero hasta que se derrita la nieve del invierno igualmente hermoso. Las estilográficas anotaciones del capitán Alegran, quien cada día nutría con una hoja más la fraternal camaradería que se acostumbró a sentir por sus manuscritos. Así fueron engrosando las páginas escritas, de un cautiverio que es similar al tuyo o al mío. Pues esto a aquello se parece, salvo que nadie me fuerza para quedarme aislado, yo solo con yo y los hubiera sido que se encadenan a lo que fue nuestro amor.

La bandera que se llenó con la flameante estampa del tigre blanco, hizo que coincidieran la experiencia de una muerte indudable con una enigmática visualización del samurai Padre. Como las que deseaba que logres tú con el despreciado Silva.

Pero a pesar del menosprecio sentido a veces, me quedan tantos recuerdos hermosos de ti mi amor.

Como la mujer maltratada que termina aceptando los golpes como un inevitable cometa que chocará con el mundo en cualquier momento, pues con esa misma decepción he terminado por aceptar nuestra distancia. La siento como algo erótico. La vivo como la fuente escondida en el desierto, como un gran lodazal donde esporádicamente crecen los esperanzadores lotos de la creatividad. Todo gira en extrañarte. Y en que si algún día busco noticias tuyas los mensajes de otros hombres me arranquen el corazón. Entonces tendré que venir a desahogarme escribiéndote, para no estancarme en las torturas de un resentimiento apasionado.

También echo de menos aquellas solitarias veces cuando me sentaba a escribir para salvar los kilómetros a costa de largos epistolarios, ya que no me alcanzaban los diezmos para viajar hasta la estación de Henares, donde una vez me despediste con la miedosa súplica de un beso. Me encierro aquí buscando un detalle que tengan la suficiente dulzura como para contrarrestar el amargor de tu partida, menos amante con cada aceptación de este vaticinado desamor. Me fascino encontrando pastitos o arenas en la profundidad del cuadro: detalles misteriosos que necesitan de nuevas sílabas para ser expresados.

Me enamoré de tu historia pero más perdidamente de tu corazón. De cuando tenías chuchos de frío, que ciertamente parecía un corderito balando que me enternecía las células. Me derretía cuando perdía las casillas, cuando en esos momentos insultaba irritada, cuando hacía justificados sainetes. Ella siempre era auténtica. Los intelectos se los guardaba para sus libros y sus escritos. Una persona sin máscaras.

Prefiero existir cien días viajando a un pasado que tenga la tibieza de tu piel casi castaña, la inmensidad de tu olor a mar, antes que vivir en un presente donde tus ojos no existan.


(Tardecita)

jueves, 6 de mayo de 2010

Tres pellizcos para el repulgue







A las puertas de la biblioteca Torrente Ballester, un auto que me veda la distancia se cierra con un golpazo. Un pespunte colgante de la cortina apenitas se mece, como si el vientecito que exhala esa súbita cerrada, misteriosamente subiera hasta el quinto piso y entrara por la ventana entornada. Como si fueran aquellos tules volátiles que celebraban la venida de Venus [tules de seda que dando enruladas danzas le acariciaban el aura a la diosa], pues así la cortina con índoles escoceses se derrite sobre la hoja abierta de la ventana, parecida a los relojes dalintescos que colgaban de las ramas otoñales como un mantel que se pone a secar en el bosque. O a los violines desinflados que Salvador pintó en…

Como 3 pellizcos para el repulgue de una empañada gallega, el cuadrillé de la cortina escocesa se estruja en las esquinas altas de la ventana. Y desde ahí se despliega en milagrosos garabatos de dobleces.





23 de febrero
las ocho de la noche
Aún sigo aquí.
Escribo porque me siento más cerca tuyo. Ahora me dices que nadie sobre el mundo merece más que yo una sonrisa de la vida. Pero desde enero que me pregunto cómo es que pudiste insultarme de esa manera.
La verdad es que si hoy me muero, entre todas las cosas a las que debiera dejar forzadamente (entre ellas la emocionante espera de ti), habría una razón que me alegraría un poco: pues sé muy bien que el resto de tu vida lo vivirías pensando que el último recuerdo que me quedó de ti fue...
Los humanos somos tan frágiles, mi amor. Cuando vamos en bici nos dejamos llevar por la cuesta abajo, sin percatarnos de que a los autos le sienta igual que nos estemos o no divirtiendo, con tal de llegar al parking antes de que lo ocupe el gordo de la oficina de al lado.
Echo de menos tus traducciones. Cuando me llegaban los versos de Young doblados al castellano. Ellos contaban de tu rabia con el mundo, latiendo bajo esa inocencia de los 6 años.
Lo único bueno que tienen las desgracias en esa edad, es que permanecemos siendo niños para siempre. Pues el maleficio nos deja esperando vivir lo que nos fue vedado por las circunstancias.




24 de febrero
(un número especial)
Debí fijarme en la fecha antes que abandonar la cama. Los 24 soy propenso los accidentes y a los sainetes. Pero bueno, esa es otra historia. He venido a escribirte hoy porque quiero tomarme el atrevimiento de darte una contestación que no me has pedido. El paso de este febrero se fue haciendo un poco más lento tras cada día que tus deseadas palabras estuvieron ausentes. Pues desde el diez de enero esperé cada vez con menos esperanzas esa llamada, pero a su vez cuanto más ansioso de oírla estoy a lo que estuve durante la primer semana luego de que prometiéramos no vernos más.
Recién ahora me acuerdo: hoy me desperté soñando que discutíamos. Nos encontrábamos y peleábamos por dinero. Hasta el último segundo fuimos nobles: no se reclamó lo que fue de regalo. Y tus últimas palabras fueron: ¿porqué no pasas a tomar algo y te quedas para siempre?

Luego desperté.


¿Febrero veintiqué?

Eran las cuatro de la tarde cuando salí. El andar de una mujer me hizo acordar al tuyo. Al compás de cada taconeo el movimiento de sus glúteos me impregnaba con una excitación que aclamaba al sexo. La seguí tres calles, impactado por el parecido. Nada más me conformaba con verla. Era como si hubiera estado cerca de ti.
Bendije la duda porque consiguió que dejara de pensarte por un momento. Tú me has enseñado lo que significa una pérdida importante. Ni siquiera escribir un libro había preparado a mi corazón con la seguridad suficiente para superar tu distancia. Hoy es una tarde en la que me hace bien echarte en esa cálida cara todo los reproches que no te había dicho: Debiste haber escuchado más.
¿Pero para qué necesito trenzarlos sobre esta hoja? Si tan sólo al mencionarlos en mis pensamientos fueron menguando la influencia corrosiva que ejercían maquiavélicamente sobre mi alma sustanciosa. Una ceguera: eso es lo único que conseguiré de tanto escribirte.
Hoy por hoy, en este día, en este asiento duro, prefiero articular oralmente
mis emociones antes de que formen un largo mechón rizado como tus bucles de princesita, de la ricitos de oro que usó la cama de los tres osos. Mi amor… tu imagen de fantasía siempre aparece para dar riego al desmesurado anhelo que se funda en tus palabras. ¿Qué significa este repentino vacío de ti? Ya no le temo al recordarte.
Las réplicas de ayer han evolucionado hasta un consistente dolor que se funda en la añoranza de ti.




3 de marzo

Mi corderito enfermo

Eras tan hermoso. Hasta la peste se convirtió en una tierna equivocación de la vida si la llevabas pegada tú. Cuando me voy a dormir siempre me llevo al lado la caja multiuso que te servía como pesebre. Pero ya no me despierta tu cencerro madrugador ni tus balidos de eseoese. El desamor es una esperanza muy, muy larga, que se enfoca en tu vuelta a casa.

Mi corderito enfermo… Mi pequeño yang.


Mediodía




jueves, 22 de abril de 2010

Como






16 de febrero
18,30 horas










Desde que te oído por última vez ya han pasado más de 30 puestas de sol.

Me avergüenza decir que no ha podido cumplir con mi palabra de venir este cuaderno para escribirte todos los días. Supongo que ha sido por falta de tiempo, pero aunque no ha pasado un solo día sin que te escriba alguna que otra cuartilla [salvo que en otros folios] contando hoy van dos días que falto a mi juramento.






Ya habían pasado 30 días de haber oído tu voz por última vez, pero seguí luchando para que el fantasmagórico virus de la depresión –tras un cultivo de frases escuchadas-, no entierre su acorazada semilla en mi corazón. A su expansión destructiva le deberé que germinen los grotescos tentáculos de mi pena incansable. Aquellos brazos horrendamente pulposos, al compás de las corrientes sangrientas recorrerán mis aortas, polifurcándose por cada una de mis venas azules. Y como si fueran las aftosas caricias de una gillette estallarán en el minuto fijado por Cristo. Y se hendirán en mi carne.

Como si continuaras telefoneando a tu antojo en casa, ahora que se arregló, ando con el Siemens en el bolsillos de aquí para allá, por si acaso suena no tener que salir como un correcaminos hacia la sala comedor.

Como si hubiera elegido un último recurso en algo, con la intensión de recordarte un poco menos voy conociendo en el Tormes nuevas orillas. Pero a pesar de mis especulantes pronósticos, apenas me asiento en ellas te presentes
a mí como un partiente trueno que súbitamente estalla para auspiciar la tormenta.

Llegué a una parte del Tormes que huele a almeja. Y como las olas en los arrecifes, así irrumpe en mi alma tu olor a mar. Es entonces que toda la rivera subtormesina se tiñe con el celofán de las lágrimas sin remedio.

Quién sabe a cuántos maltratos habrás asistido llevando el perfume de las caracolas.


Mi pequeño Yang




18 de febrero





En esta segunda tanda, plagada de ondulaciones y lloriqueados tornados de mi grafito ayuntoso, que buscará obviar los apartados errores que hemos tenido, tiene ya su debutante bautismo: Estas horas de creaciones por escrito, hasta ahroa llamadas "paginas matinales", serán ahora las páginas de Lolita.


Hoy por hoy siento de una manera muy diferente los me y los te.











Mismo día, 23 hs

Mientras mi lápiz transcurría por los holográmicos rizados de un primer párrafo, dos gaviotas del Tormes se arrimaron hasta los techos de la avenida los Cedros. Esperando que de resultado -pero mucho más desesperados que cuando te escribí aquel primer poema-, hoy conozco tanto de ti vida mía que has llegado el momento de suplicarte escribiéndote que vuelvas a mí. Pero a pesar de que ahora también le pido tu regreso al Derviche atento, sólo he conseguido que el Siemens suene en mis sueños. Más de una vez salté de la cama al mundo para que la cantata de la campanilla se esfume a mi cuarto paso.









16 hs
Dos días antes



Después de haber garabateado dos o tres hojas, enriqueciendo con los mates de la mañana el campestre historial de mis cariñosos paladeos [que tiene origen en mi forzosamente distanciada Buenos Aires], pues aquí digo: como la muerte, la tarde nos llega a todos. Junto a ella otros mates (gustoso soporte amargo de las almas porteñas, siamés de las soledades), y junto a sus enviciados tragos otra nueva escritura que te habla a ti.





Tu ingenuidad iba posicionando las fichas de nuestra ruptura día por día. Salvando alguna que otra semana donde los intocables te amo pisaban la cúspide en los ochomiles de nuestro afecto, siempre estaba descubriendo una boicotera mancha negra en tu promesa de compromiso. Pero te decía nada.

Hicimos el amor de mil maneras distintas. Pero perfecto, de una sola. Había sido nuestra primera vez. Y su sabor fue más mágico porque estuvo salpimentado con ese sentimiento de compasión ardorosa que desde la tarde anterior nos venía ofreciendo la primera reconciliación, luego de nuestra primera pelea.

A partir de ese amor, tras cada problema que me contabas, tras cada lágrima que compartiste conmigo, tras cada crueldad confiada, tras cada una de aquellas lecturas que enmascaraban con la inocencia una historia terrible, has ido engendrando a mi pequeño yang, cuya estructura molecular estuvo compuesta por cada lamento que te escuché gustoso. Cada segundo que pasé a tu lado, lo he saboreado como un banquete de Jacks. Nuestro llámalo X ha sido como un postre exquisito en una sobremesa de cuatro meses.








¿18 de febrero?







Repentinamente el catorce se ha ido para transformarse en el 18.

La mayoría de las rutinas que son mecánicas nos salen casi todas bien. Otras en cambio, querida mía, requieren de una dedicación más amorosa. En esas fallo. Sino me dedico antes un poco ti soy muy torpe haciendo el resto. Por ejemplo, la cama pude tenderla bien hasta hoy. Salvo la que puse las sábanas arriba de la frazada. También lavo bien los platos. Aunque a veces me olvido dejar la pila sin los restos de arroz que se desperdician en la cena.

Sin embargo he tenido que transplantar dos veces a Katsumoto. Gracias a dios [en mayúscula] no corre peligro. Y antes de primavera comenzará otra vez a dar flores. Pero era la primera mudanza que hacía, y como neófito transplantista dejé la base del cuenco con demasiada tierra cuando lo saqué para recortar las raíces. Al ponerlo de nuevo salían muchas afuera, como si Katsumoto estuviera esbozando el plano de en miniatura creciendo en las tierras de Salamanca.



Hoy una llamada puso freno mis sueños, justito antes de que la mañana se desenlazara.

Últimamente, cada vez que suena el teléfono, experimentó un raro pico de emoción desesperada. Ese desespero era infrecuente en mi vida antes que apareciera tú. Pero ahora cada vez que la campanilla del remendado Siemens amenaza aromatizando mi muy fatigada expectación, pues a mí me gusta entusiasmarme con la vapuleada ilusión de que otra vez seas tú.

Sé que te hubiera gustado escribir final de nuestra historia con el párrafo final del traumáticamente enternecedor Cenicienta.



[Trece horas]